sábado, 29 de septiembre de 2007

(Algunas de) Las películas de mi vida

Igual que --muy probablemente-- se levantó François Truffaut una mañana y decidió poner ese título a su antología de textos cinematográficos, yo también me he levantado confesatorio y recapitulativo y han empezado a surgir en mi cabeza --ayudado por mi colección de programas de cine y el archivo de mi web-- los títulos de las películas que asocio a ciertos momentos de mi vida (en algunos casos incluso las salas donde las proyectaron). Momentos cruciales, anodinos, irrepetibles, curiosos, inexplicables... siempre ligados al cine. Que los años de estreno de los filmes no te despisten en este relato estrictamente cronológico. Ahí van.

Los --desaparecidos-- cines Victoria y Odeón de Sant Andreu, el barrio barcelonés que se quedó con mi infancia, están ligados a mis primeras películas: en el primero vi con mis hermanos La conquista del oeste (1962) una víspera de Reyes (durante unos años mis padres nos enviaron ese día al cine para que no nos pusiéramos tan nerviosos con la espera de los regalos); y Herbie (1969), que tuve que dejar a medias porque me puse malo malísimo. Al segundo mi padre nos llevó a mi hermano y a mí a ver El desafío de las águilas (1968). Recuerdo que cada lunes, de camino al colegio, veía cómo cambiaban los carteles del Odeón para esa semana.

Los ladrones de la luna (1962), una película polaca interpretada por los gemelos Lechh y Jaroslav Kaczyński (los garrulos que hoy gobiernan Polonia), la vi en una sesión matinal en el --desaparecido-- cine Atlántida (también de Sant Andreu). No sé por qué recuerdo la escena en que los dos niños recogen sobre un paño la luna mientras descendía en medio de un cañaveral, y que había una ciudad pavimentada de baldosas de oro. Extraño recuerdo que la historia de Polonia ha convertido en excéntrico.

Terremoto (1974) la vi en las sesiones que organizaban en mi colegio los domingos por la tarde. El operador confundió el orden de los rollos, así que primero vimos el terremoto y luego el enredo emocional que lo precedía. Tampoco hubo tanto alboroto, puesto que la gente quería ver las escenas espectaculares y de efectos, y como eso lo pasaron primero... pues tan ricamente.

El coloso en llamas (1974), la película estrella de aquel año, con mis padres y mi hermano en un cine al aire libre de Alcalá de Henares, la población madrileña que robó mis primeros veranos.

Impresionante ciclo de lectura de filmes de nuevo en mi colegio: El acorazado Potemkin (1925), Viridiana (1961) --mis primeras tetas en pantalla--, Dersu Uzala (1975), Furtivos (1975) --mi primer matojo-- y La Raulito (1975), el filme social compatible con el catolicismo más importante de la época. Un colegio de niñas al otro lado del patio de butacas. Desbarajuste hormonal. El chico más tonto de la clase hizo la pregunta más inteligente: ¿por qué mata Ovidi Montllor al ciervo en Furtivos?

Un programa doble en el cine Paz (también en Alcalá y también desaparecido) con un pestiño de amazonas karatekas (no recuerdo el título) y Lawrence de Arabia (1962). ¿A quién se le ocurrió semejante idea? Como se hacía muy tarde mis padres nos obligaron a volver a casa sin ver el final. En ese mismo cine vi King Kong (1976), con Jessica Lange enseñando las tetas. Aunque no fueron las primeras las recuerdo porque iba con mis padres y me corté un montón.

En busca del arca perdida (1982) fue la última película que vio toda mi familia junta en un cine. Fue en la celebración del vigésimo aniversario de boda de mis padres, en el cine Urgell de Barcelona.

2001: una odisea del espacio (1968) la vi de super-reestreno en el Regio Vistarama Palace, con mi hermano. Un año antes él me había tenido que explicar el libro de Arthur C. Clarke porque yo --después de leerlo-- no me había enterado de nada.

Cinco tumbas a El Cairo (1943) de Billy Wilder era la película que estaban dando en la tele cuando a mi padre le dio un aviso el corazón. Nunca la terminé de ver.

A la salida de Apocalypse Now (1979) me senté en un banco de la calle y decidí que tenía que empezar a leer libros de cine. Ya he escrito dos.

El festín de Babette (1987) fue la primera película que vi con una novia que tuve, El año del despertar (1990) --el guión póstumo de Truffaut-- la última. El piano (1993) fue la primera que vi con la novia que llegó después y Celebrity (1998) la última. Chocolat (2000) la primera con la que llegó después de la que llegó después, y Cosas que no se olvidan (2001) la última. Entre copas (2004) y Habana blues (2005) la primera y la última de la que llegó después de la que llegó después de la que llegó después. En la línea de fuego (1993), La joven de la perla (2003), El último beso (2000) y Los tres entierros de Melquíades Estrada (2005) han sido primeras y últimas películas.

El libro de la selva 2 (2003) fue la primera película que llevé a ver a mi hija (en el Lauren Sant Andreu). Tenía cuatro años y por supuesto no la aguantó entera; en mi deseo de transmitirle mi fervor cinéfilo estaba claro que me había precipitado. Pero le pareció de lo mejorcito que le comprara palomitas, de las que no prescinde desde entonces.

Mar adentro (2004), en el cine Bosque de Gràcia, donde tuve que sacar el pañuelo para disimular unos hipidos incontenibles (era la escena en que Sampedro abandona la casa familiar y su sobrino, finalmente, lo comprende todo). También tendría algo que ver la embarazada que tenía al lado y que no dejó de llorar (literalmente) durante toda la película. Cosas de las hormonas, seguro.

Cadena de favores (2000) era la película que tenía puesta la mañana de sábado que mi hermano me llamó para decirme que mi padre había muerto. Tampoco creo que termine de verla nunca.

Soldados de Salamina (2002) fue la película con cuya acartonada crítica inauguré mi página personal, la primera versión de Sesión discontinua. Y L. A. Crash (2004) la que siguió la estela de este proyecto en abril de 2006, el blog donde estás ahora mismo.

¿Cuáles son las tuyas?


http://sesiondiscontinua.blogspot.com.es/2007/09/algunas-de-la-peliculas-de-mi-vida.html


domingo, 23 de septiembre de 2007

Contribución solidaria a la dinamización de la blogosfera

Mis amigos Marc y Alicia --de La linterna mágica-- me han lanzado uno de esos enlaces solidarios que de pronto sacuden la actividad blogosférica. Me parece una forma ideal para fortalecer esos otros enlaces, los que cada uno de nosotros establece con el resto en cada post y en cada comentario. Gracias Marc; gracias Alicia.

Igual que aquellas cartas de nuestra analógica adolescencia que enviábamos a diez desconocidos para luego recibir un montón de respuestas desde los lugares más insospechados del planeta, ahora se trata de proponer siete enlaces a siete blogs que, por una u otra razón, frecuentamos y recomendamos; y esperar que ellos hagan otro tanto (las instrucciones detalladas están aquí). Estos son mis siete:

Carpe diem
Otros clásicos
La tetona de Fellini
El séptimo cielo
Aiguamel
Cien cadáveres
Tu blog de cine

Nos leemos!!! Nos enlazamos!!!

jueves, 20 de septiembre de 2007

Planet terror era la buena... (Grindhouse: Death proof)

Sesión doble (06/08/2007): Sin pierna ni (aparentemente) cabeza (Grindhouse: Planet terror)

Antes que nada, acabemos de ver la película disfrutando de los dos falsos avances --Eli Roth (Thanksgiving) y Edgard Wright (Don't)-- que la distribuidora Aurum ha escamoteado por la cara (al parecer sólo estarán disponibles en la edición en DVD) en la versión para salas:





Cuando se hace un homenaje --a un género, a una película, a un cineasta-- no hay que descartar una cierta dosis de parodia y/o el añadido de ciertas constantes de estilo del autor. También da la impresión de que esta labor es un divertimento, una suspensión temporal de la verdadera actividad creativa, puesto que su director asume unas constantes y claves que le vienen impuestas. Pues bien, para empezar, Tarantino afirma que esto no es así, que Death proof (2007) es una obra de su filmografía como la que más en la que ha puesto todo su talento, y por tanto no hay que verla como una diversión. Pues como no valen excusas la trataremos como se merece.

Cuando escribí sobre Planet terror (2007) dije que el problema de homenajear al cine malo es que --si uno pretende ser consecuente-- hay que rodar una película con un guión malo: en este aspecto Tarantino ha superado con creces a Rodríguez. Quizá éste siempre se ha encontrado más cómodo integrando sus filmes en un género, mientras que Tarantino ha partido de ellos para definir su estilo inconfundible. Planet terror 1 - Death proof 0.

Lo que no entiendo es, y ahora voy a torpedear un poco --porque si no lo hago reviento-- al sector más sesudo del gremio de críticos de cine, cómo el señor Ángel Quintana escribe en Cahiers du cinéma España (Nº 3 julio-agosto 2007) que la película "ofrece un curioso proceso de deconstrucción de las estructuras narrativas [...] A partir de sus clásicos diálogos elaborados, Tarantino cuestiona el poder del lenguaje como constructor de realidades [...] Lo desconcertante de las películas Grindhouse no está únicamente en sus salidas de tono, en su economía narrativa o en su eficacia visual, sino también en la belleza de las texturas del celuloide deteriorado".

1) El cine grindhouse es un cine MALO sin paliativos, y sus autores no se planteaban deconstruir ni revolucionar la narración cinematográfica, sólo querían ganar dinero, aprender un oficio o entretener al personal; pero nadie hacía ese cine malo a propósito. El añadido de nuevos planos de significación es una opción posible en un homenaje, pero en este caso, dada la materia prima existente, me parece excesivo revestir de sutiles paradojas un mero producto de entretenimiento. Lo único que se consigue así es desvirtuar el filme y despistar al espectador.

2) ¿Tiene mérito una construcción de realidades a partir de personajes que se emporran y emborrachan una noche de sábado? ¿Son acaso sus anodinas conversaciones una metonimia de alguna verdad fundamental? ¿Seguro que en lugar de esa intención filosófico-cinéfila no hay un intento de despiste al espectador como parte de un plan narrativo más amplio? ¿Merece Death proof un análisis tan profundo?

3) Pretender salvar a Death proof destacando la belleza de su celuloide deteriorado equivale a convertir las claves necesarias de un homenaje formal (ya que no de contenido) en una pedantería sin sentido. Ese mismo deterioro era en origen una molestia y si ahora es bello --en lugar de un simple guiño-- es porque le hemos añadido el barniz de una nostalgia que no viene a cuento.

¿Por qué el señor Quintana se siente obligado a dotar de una significación trascendente a un producto tan mediocre o, en todo caso, tan alejado de pretensiones mayores? ¿Es para salvar a Tarantino o para salvar la atormentada conciencia de un crítico que se ha dejado fascinar por la vulgaridad?

Es posible que Tarantino haya escogido expresar su homenaje en el nivel formal del cine grindhouse (bobinas por error en blanco y negro, empalmes chapuceros, imagen deteriorada, banda sonora mal sincronizada...) y mantener en todo lo demás las señas de identidad de su cine. Y como además es un tío inteligente también es posible que haya escrito un guión que es una mala imitación de todos sus tics narrativos y estilísticos (largas secuencias habladas --alguna calcada a la ya mítica que abría Reservoir dogs (1992)--, falsa distensión precediendo a brillantísimos estallidos de violencia, diálogos entre erráticos y absurdos...). Un ejercicio de posmodernismo de este nivel me parece exageradamente sutil y fuera de lugar, y tiene el efecto perverso de provocar en el espectador la sensación de que Tarantino se ha imitado mal a sí mismo, que es lo que me ha sucedido a mí. Creo que Robert Rodríguez ha comprendido mucho mejor el objetivo de Grindhouse: una excusa para recrear su juventud cinéfila; lo cual es un escaso consuelo para los que somos fans de Tarantino. Lo mejor hubiera sido plantear Grindhouse como un filme en episodios hecho enteramente de falsos avances. Planet terror 2 - Death proof 0.

Tarantino confesaba en una entrevista que intuía que su cine estaba cambiando, y que lo comprobaremos en su próxima película. En cualquier caso será una dura prueba: si recupera su estilo deberá demostrar que lo sigue dominando; si cambia de registro, que sabe hacer cosas distintas a las que ha hecho --y muy bien no lo olvidemos-- hasta ahora.

domingo, 16 de septiembre de 2007

Ironías tranquilizadoras...

Resulta chocante, pero también reconfortante, comprobar lo que sucede con esto de los subtítulos: se asocian a un cierto cine no descaradamente comercial (independiente, que diría un experto) del que huyen audiencias mayoritarias; y sin embargo no suponen un obstáculo cuando se trata de acceder a las últimas temporadas de las series de televisión de moda (Prison break, Perdidos, Mujeres desesperadas, House...). Sus fieles seguidores se bajan los episodios recién emitidos en EE UU porque no pueden esperar seis meses --¿y por qué habrían de hacerlo?-- a que las televisiones locales los compren y los doblen; así que se los descargan y luego buscan los subtítulos (archivos .SRT, .SSA, .SUB) en páginas-almacén que ya se han convertido en referentes populares (opensubtitles.org, solosubtitulos.com, subdivx.com).

Conclusión: los subtítulos no hacen más espesa la película, todo depende de lo que ésta sea capaz de atraer al espectador.

Segunda conclusión: si la gente no va a las salas que proyectan exclusivamente en versión original es porque ese cine no atrae lo suficiente.

Duda que me queda: si estas salas proyectaran los ultimísimos capítulos de las series de moda ¿la gente iría a verlas al cine? Yo creo que no, pero no por una fobia especial a las salas, sino porque es imposible competir con la gratuidad y el visionado en los zulos del ocio en que se han convertido los hogares tecnificados.

Cuando se universalizó el DVD como soporte para el cine doméstico los cinéfilos, los puristas, los estudiantes de idiomas, celebraron la posibilidad de ver las películas en versión original con subtítulos (o sin, para practicar idiomas). Sin embargo eso no ha provocado que aumente el público que va a ver los estrenos más comerciales en versión original. Y es que la baja calidad de una película puede ser el más potente inhibidor de la cinefilia . La buena noticia es que los subtítulos ni quitan ni ponen afición cuando se trata de ver lo que uno quiere. La mala es que las series se han convertido en el buque insignia de las cadenas de televisión, desbancando al cine, pero las emiten tan destrozadas que la audiencia prefiere montárselo por su cuenta.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Doraemon dice adiós a la línea clara (Doraemon i el petit dinosaure)

Los que quieran una orientación/recomendación para pasar una tarde de cine familiar que vean el avance y luego vayan directamente al final de este texto:



Era inevitable: con un nuevo director (Ayumu Watanabe) relevando al incombustible Tsutomu Shibayama --responsable de toda la saga cinematográfica de Doraemon hasta ahora-- lo primero que hay que señalar es el final definitivo de la línea clara que caracterizó a los dibujos del gato-robot. A poco que uno se fije --y yo lo he hecho por (relativo) imperativo filial--, en Doraemon i el petit dinosaure (2006) se ha producido un cambio radical: fondos llenos de detalle generados por ordenador y personajes de línea "descuidada" moviéndose sobre ellos. Echo de menos la sencillez de trazo de la etapa central de sus episodios televisivos y las primeras películas; los detalles cotidianos (la salida del cole, la merienda, los deberes, los recados de mamá) y la coherencia de su universo de barrio (las casas de los protagonistas, el solar, la colina tras la escuela). No es que me disguste el cambio ni sea un nostálgico incurable, pero ésta que acaba de terminar me parece su etapa más creativa. De todas maneras, tiene mérito comprobar cómo Doraemon mantiene su popularidad más allá de la generación de niños que le ha visto nacer tantas veces (en el cómic, en la televisión y en el cine).

Doraemon i el petit dinosaure también quiebra --afortunadamente-- algunas constantes narrativas de títulos precedentes: los inventos de Doraemon brillan esta vez como nunca, y el mensaje ecológico-educativo está explícitamente reforzado. Los malos, en cambio, son un mero recurso para cerrar definitivamente la película. Los únicos lunares: metraje quizá excesivo y guión desordenado y desequilibrado. Aunque desde un punto de vista infantil todo esto equivale a una entretenida acumulación de sucesos increíbles y sorprendentes.

Puede que en lo externo hayan cambiado demasiadas cosas para Doraemon, pero por fortuna la base de la diversión de mantiene sólida. Padres y madres que quieran una orientación/recomendación: vayan a ver la película con sus hijos y pasen un buen rato.