lunes, 25 de febrero de 2008

Los Oscars (y 2)

Hace muchos años, cuando comenzamos esta historia de la quiniela de los Oscar entre mis hermanos y unos cuantos amigos, yo siempre era de los que menos premios acertaba (mi récord negativo absoluto es 4), ya que me empeñaba en votar de acuerdo con un criterio de calidad cinéfila. Como estaba claro que así no iba a ninguna parte, decidí cambiarlo por el que parecían usar los triunfadores: éxito de público y mediático mezclado con un puntito de lógica sociológica al estilo Hollywood. Y no me fue mal, creo que al segundo año de seguir este método gané mi primera --y única hasta ahora-- quiniela de los Oscar.

Después de la ceremonia de 2008, es evidente que mi criterio supuestamente alineado con lo que piensa la Academia del cine estadounidense está obsoleto, anticuado. Y lo que es peor: resulta que ellos están más cerca que yo de un criterio de calidad cinematográfica. Me han superado por el flanco que descuidé hace años. Como con los Goyas, se confirma mi incapacidad genética para hacer vaticinios de este tipo.

Sólo así se explican mis 6 míseros aciertos (actor protagonista, actor de reparto, banda sonora, fotografía, montaje y montaje de sonido); pero como es divertido y sacude (aunque ligeramente) el tráfico del blog, pienso seguir insistiendo e invitando a los recalen por él a mojarse con su voto.

De los que dejaron su comentario/quiniela estos son los resultados:

-María 6 (película, actor de reparto, actriz de reparto, guión original, guión adaptado y canción original). Sólo votó en 12 categorías.

-Mesé: 7 (actor de reparto, película de animación, fotografía, maquillaje, montaje, montaje de sonido y cortometraje).

-Inma: 8 (director, actor de reparto, película de animación, diseño de vestuario, montaje, sonido, cortometraje y cortometraje de animación).

-Juanma: 8 (película extranjera, director, actor protagonista, actor de reparto, película de animación, maquillaje, montaje y sonido).

-Agus: 10 (película, director, actor protagonista, actor de reparto, película de animación, guión original, guión adaptado, fotografía, diseño de vestuario y sonido).

-Montse (y por tanto ganadora): 13 (película, director, actor protagonista, actor de reparto, película de animación, actriz de reparto, guión original, guión adaptado, vestuario, montaje, sonido, montaje de sonido y cortometraje de animación)
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Las claves para bien o para mal: los premios de las actrices (totalmente inesperados), el inútil voto compatriota a Alberto Iglesias, el utópico voto coleguita a Sicko y --como siempre-- la lotería de los 4 imposibles (documental, cortometraje documental, cortometraje y cortometraje de animación), que en ocasiones resultan decisivos o de repente arreglan un mal resultado.

Así que, felicidades Montse, gracias a todos los que han participado (aunque sea in extremis) y aquí van mis (nuevamente) fallidas previsiones y los premiados: Los Oscars.

jueves, 21 de febrero de 2008

Chaplin: el primer fenómeno global del cine

Todos los efectos colaterales de la cultura de masas no son necesariamente malos; hay algunos que sirven para alinear al género humano en una misma buena posición. Charles Chaplin es un ejemplo de esos efectos beneficiosos que la incipiente globalización introdujo en el cine. No es cierto que The Beatles o Madonna fueran los pioneros en esto de la universalización de un producto cultural ofrecido a escala planetaria; si acaso esta gente ha ido añadiendo cada vez más y más mercados, acercándose a esa realidad global que hoy representan figuras --independientemente de sus méritos artísticos, que eso es otra cosa-- como Britney Spears, Dan Brown o los Rolling Stones. En esta carrera a hacia el mercado mundial Chaplin fue el primer hito que llegó desde el cine: consiguió congregar en torno a su personaje --Charlot-- el entusiasmo unánime del público de ambos lados del Atlántico, incluso de algunas partes de Asia y de África. Y todo ello en una época en la que no había tanta conciencia planetaria como ahora.

Hasta el 20 de abril de 2008, en el CaixaForum de Barcelona se puede visitar la exposición "Chaplin en imágenes", un recorrido por la trayectoria artística del primer fenómeno global del cine, un homenaje a los momentos culminantes de su filmografía y una ocasión perfecta para descubrir a uno de los inventores del drama romántico y de la comedia sensible, dos filones que el cine occidental --salvando las distancias-- sigue explotando con éxito. Y encima --como corresponde a las exigencias de la Obra Social de la entidad financiera que la patrocina-- la entrada es gratuita. Una oportunidad así no puede desaprovecharse.

La exposición se articula en dos ejes principales: el cinematográfico y el biográfico y social. En el primero entran la creación de su personaje, las influencias que le inspiraron y las que él mismo inspiró a su vez; su evolución como artista y su intento (rechazado por su público, que no quería verle en otro registro que no fuera la comedia) de conversión en cineasta "serio" con Una mujer de París (1923); su particular metodología creativa (ausencia total de guión, ensayaba y rodaba directamente en el plató); y finalmente la irrupción del cine sonoro, que le obligó a dejar de lado a Charlot y a rodar un tipo de cine completamente distinto.

El segundo eje repasa la tormentosa vida sentimental de Chaplin, lastrada por la miseria que rodeó su infancia en Londres y sus constantes fracasos con las mujeres, víctimas (menos la última) de la excesiva idealización a que él las sometía. Se documentan las influencias de su cine en las vanguardias artísticas de principios de siglo XX, y también las reacciones a su enorme éxito en Europa y España. Pero lo más interesante de esta parte de la exposición está dedicada a la plena conciencia que adquirió Chaplin de su fama universal, por lo que muy pronto creó una oficina para gestionar la explotación comercial de su imagen -- de hecho la de Charlot-- en todo el mundo (cromos, tebeos, marcas...); lo que hoy denominamos el merchandising.

Pero en este tipo de muestras lo que más atrae es la selección de escenas que se proyectan, las que permiten conocer y recordar de primera mano sus mejores momentos. En "Chaplin en imágenes" se puede disfrutar de ese gag perfecto en sí mismo (perfección por la que probablemente lo eliminó Chaplin del montaje final) que debía ir al comienzo de Luces de la ciudad (1931). Lo rescataron del olvido Kevin Brownlow y David Gill para la serie de TV Chaplin desconocido (1983), y luego se incluyó en los extras de la edición en DVD de la película. Para los que no piensen/puedan ir a verlo ya se lo incrusto yo porque es un delito quedarse sin él:



También hay un montaje en tres pantallas con algunos de los momentos más divertidos de su primer cine, llenos de pura comedia física (carreras, golpes, pruebas de resistencia...), proyectados en una amplia sala que aspira a ser el centro conceptual de la visita. Pero no es cierto, el auténtico centro de la exposición es la escena del combate de boxeo (también de Luces de la ciudad), que se proyecta en una sala anexa. Me quedé a verla cuatro veces: la primera para refrescar la memoria, las otras tres para disfrutar de las reacciones de la gente que se quedaba hipnotizada descubriéndola:



Jóvenes, ancianos, niños... nadie era capaz de resistirse a la risa y al encanto que transmite. Creo que es el gag más moderno de toda la obra de Chaplin, y uno de los pocos que mantiene intacto todo su valor como obra de arte cinematográfica.

lunes, 18 de febrero de 2008

Retorno a Brideshead será una historia de amor en el cine

Consultando IMDB descubro que este año está previsto el estreno de una adaptación cinematográfica de Retorno a Brideshead (1981), la serie de televisión que en los ochenta del siglo XX se definió (y yo soy uno de los que cree que es cierto) como la mejor serie de televisión de la historia. El que crea que exagero (algo habitual en mí) que la vea, y después, resistiéndose todavía a darme la razón, que lea el libro (y así poder decir que la novela es superior, que si los detalles, que si el estudio psicológico, que si bla, bla, bla...), para finalmente admitir que la adaptación televisiva no tiene nada que envidiar a la novela original de 1945.

Puede que fuera el tema (la exaltación de las amistades juveniles, el doloroso aprendizaje de todo lo relacionado con los sentimientos, el descubrimiento de la belleza, la evidencia de que los primeros amores determinan para siempre nuestra líbido, la insensibilidad como forma de supervivencia, el desapego de todo vínculo social), puede que fuera el inmejorable reparto reunido para la ocasión (Claire Bloom, Laurence Olivier, John Gielgud, y el luego ultrafamoso Jeremy Irons), puede que fuera la cuidada producción de las series británicas, puede que fuera la evocadora y nostálgica banda sonora de Geoffrey Burgon... No, no es nada de eso. Es el guión de John Mortimer, que se adapta con precisión a los saltos temporales que articulan la historia, y sin necesidad de dedicar esfuerzos para resaltar infinidad de detalles cruciales (fundamentales algunos), los cuales sólo se perciben tras la segunda o tercera revisión.

Pues ahora le toca el turno al cine: está a punto de finalizar la producción de la película Brideshead revisited (2008), dirigida por Julian Jarrold y con guión de Jeremy Brock y Andrew Davies --responsables respectivamente de El último rey de Escocia (2006) y Bridget Jones: sobreviviré (2004)--, guionistas ambos con varios BAFTA en su haber. Emma Thompson será Lady Marchmain, la inasequible madre que corrompe todo lo que toca; Matthew Goode --Match point (2005)-- será Charles Ryder, el personaje central que evoca su extraña relación con la familia Flyte; Ben Whishaw --El perfume: historia de un asesino (2006)-- será Sebastian Flyte, el amigo más amigo de Charles; y Hayley Atwell --la mujer con mucho mantenimiento de Cassandra's dream (2007)-- será Julia, la hermana de Sebastian, el personaje crucial de todo el enredo. Por otro lado, está claro que la película no trata de competir en prestigio y encanto con la serie, al contrario, quiere aprovecharse de su aura y de su mito, puesto que se ha recurrido a la misma localización emblemática de Brideshead: el Castillo Howard.

¿Cómo encajar semejante acumulación de hitos a superar en un filme de duración estándar? Está claro que la detallada crónica del derrumbe de la aristocracia inglesa a principios del siglo XX que proponía la serie de TV se convertirá en una "intensa historia de amor" narrada en cien minutos. Sí claro, salimos perdiendo debido a la compresión narrativa, pero aun así la complicada y sutil relación de Charles y Julia mantendrá su morbo (espero). Ahora lo que quiero es revisar una historia que marcó mi juventud y mi descubrimiento de las enormes posibilidades narrativas de las series de televisión, a cuya madurez sin duda alguna asistimos hoy día.

Todavía no hay trailer, así que incrusto un fragmento de la serie de 1981. En él Charles y Sebastian se inician en el refinado arte de la cata de vinos: tanta cháchara elitista y tanto barniz cultural para acabar como cubas. Un fragmento para ir tapando la boca a los a que van a abrirla para criticar este insufrible ataque de subjetivismo:

miércoles, 13 de febrero de 2008

No es película para no-fans de los Coen (No es país para viejos)

Aviso que soy un gran, gran admirador de los hermanos Coen, por lo que habréis de apañaros para extraer la parte de IVA que corresponde a mi entusiasmo, y dejar los aciertos y errores estrictamente cinematográficos. Dicho esto, es necesario comenzar definiendo No es país para viejos (2007) como una película 100% denominación de origen Coen: anécdota mínima, factible y absurda que se complica de forma progresiva, violencia sin la más mínima atenuación y tensión extrema en escenas planificadas con nanotecnología. Pero también es una película Coen en su predilección por los paisajes desérticos y hostiles, la galería de personajes total o parcialmente perjudicados en lo mental, los incidentes nocturnos en carreteras solitarias y los encuentros no del todo fortuitos que suelen dejar tras de sí un rosario de cadáveres.



A pesar de su aparente ausencia de estructura profunda, es posible etiquetar No es país para viejos al estilo clásico, como aquellos entrañables comentarios de textos fílmicos de la universidad: narra el ocaso definitivo de los supervivientes de la cuarta generación de estadounidenses (los viejos a que hace referencia el título) desde que comenzó la pacificación definitiva del Lejano Oeste, encarnada por el sheriff Ed Tom Bell, interpretado magníficamente por Tommy Lee Jones. Esta gente, acostumbrada a la calma y a mantener la ley y el orden en sus comunidades sin demasiados problemas y riesgos, se ve obligada a ceder el paso a individuos que practican una violencia inédita y salvaje --más temible aún que la que ejercieron sus bisabuelos durante el exterminio de los nativos americanos--, dejándoles como única salida la dimisión de responsabilidades y sus recuerdos del paraíso perdido. La voz en off que abre el filme me parece en este sentido una espléndida introducción, con su puntito de nostalgia; y también la filosofía del sentido común y de la sencillez que transpira Ed Tom durante toda la película, y que me recuerda mucho a la encantadora "sheriffesa" preñada Marge Gunderson de Fargo (1996), interpretada por Frances McNormand. Y es que los Coen tienen una extraña facilidad para caracterizar a esta clase de personajes a base de diálogos cuidados y muy reveladores.

Es cierto que la violencia desbocada (y hasta exagerada) es lo que más llama la atención en No es país para viejos, especialmente a los que se acercan por primera vez al cine de los Coen (aunque sólo sea por la aclamada interpretación de Javier Bardem, que compone muy bien al desequilibrado que puede estallar en cualquier momento o por una palabra inconveniente), incluso es una de las principales marcas de fábrica de su filmografía. Pero también lo es --sí, hay que decirlo una vez más-- su dominio de la tensión dramática, la cual ha mejorado mucho desde su debut en Sangre fácil (1984), donde algunas escenas basculaban --en determinados momentos de supuesta excitación máxima-- entre la violencia extrema y la parodia involuntaria. Por suerte ha llovido mucho desde entonces, y como argumento mencionaré la resolución de la escena clave de la película: cuando Ed Tom se da cuenta de que su trabajo como representante de la ley le obliga a enfrentarse a Anton Chigurh (el zumbadísimo asesino interpretado por Bardem), lo cual no solamente no le apetece en absoluto sino que le acojona completamente. Terminar esa escena de manera diferente hubiera sido lo normal en otros filmes de género (el eufemismo que designa al cine convencional).

El final --un sueño narrado por el sheriff en tono evocador-- es muy parecido al que cierra Arizona baby (1987), y demuestra que los tics estilísticos de su cine siguen vigentes y cumpliendo su cometido a la perfección: suavizar la impresión última del espectador tras una película que le ha zarandeado en todas direcciones. Y ahora, a esperar Burn after reading (2008), con reparto de lujo y una legión de seguidores que esperamos más de lo de siempre de los Coen. Por muchos años.

jueves, 7 de febrero de 2008

El verdadero siglo de las mujeres (Juno)

Juno (2007) es la sorpresa de la temporada. Lo tiene todo: un guión excelente, una buena dirección --de Jason Reitman, hijito de Ivan Reitman, el de Peligrosamente juntos (1986)--, una calculada parodia del mundo adulto y/o acomodado y una situación al límite de lo políticamente correcto tratada con humor y sentido de la realidad. Juno es un ejemplo más de ese cine estadounidense hecho al margen de la maquinaria de Hollywood --lo cual significa menos medios pero también el plus de creatividad de los primeros títulos de una filmografía--, y de paso demuestra que no todo lo que se rueda en EE UU tiene que ser comercial ni conservador ni lleno de efectos digitales. Juno enlaza con una corriente crítico-alternativa que resurgió para el gran público --en parte gracias a los premios que obtuvo-- con Lost in translation (2003) y que, visto lo visto, tiene cuerda para rato: La camarera (2007), Pequeña miss Sunshine (2006), Thirteen (2003)... Todas ellas curiosamente se centran en el despiste vital y en el extrañamiento del mundo que eso provoca.



Juno aborda el tema del acarajotamiento (=atontamiento) vital de determinadas adolescentes --inteligentes y sarcásticas, con gustos culturales opuestos a lo mayoritario y una familia al borde de la desestructuración mental (que no física)-- que descubren gracias a sus inoportunos embarazos que los adultos no están mucho más centrados que ellas. En el caso de Thirteen y Juno --y lo digo aquí porque no sería ético cambiar mi voto de los Oscar a estas alturas-- buena parte de su éxito y sus opciones a premio hay que anotárselo a sendos guiones escritos por jovencitas de adolescencia conflictiva, basados en experiencias de primera mano, que luego se socializan gracias a la interpretación o la escritura: Nikki Reed, nacida en 1988, y Diablo Cody (alias de la escritora Brooke Busey), nacida en 1978, respectivamente. Sin ellas estas películas no parecerían tan verosímiles en su retrato del mundo juvenil y la estupidez adulta que lo rodea.

El arranque de Juno es vertiginoso: la noticia del embarazo se presenta con total desparpajo e intrascendencia, y a una velocidad que descoloca. A continuación las desopilantes reacciones de la amiga más amiga y de los padres, y a partir de ahí, todo un catálogo de escenas que dicen mucho más de lo que muestran sobre la juventud, el amor, el egoísmo, el convencionalismo y la responsabilidad. Destaco por encima de todo la de la ecografía, la parodia inmisericorde de los treintañeros (ellos, enamorados de su juventud, negándose a crecer; ellas, obsesionadas por alcanzar el aura de prestigio que otorga la maternidad para compensar un pasado lleno de tópicos heredados y asumidos sin más) y el retrato de unos padres anclados en sus posiciones de generación acomodada que no quieren que sus hijos les metan en excesivos problemas. Todo ello salpicado de diálogos brillantes y algunas réplicas demoledoras de la protagonista. Al llegar a casa todavía me reía acordándome de algunas.

Aparte de los aciertos de guión están los de tratamiento, y con esto me refiero a la habilidad de Reitman para sortear el lado serio de determinados aspectos del argumento (lo roza peligrosamente a veces) ni soslayarlo a base de parodia (o de ignorarlo sin más). Los dos momentos cruciales son: la posibilidad de abortar y, sobre todo, el parto (por un momento pensé que estaba volviendo a ver La camarera). Cuando la realidad debe eclipsar a la ironía, lo hace sin complejos y sin dejar sitio al sentimentalismo: Juno, su madrastra y la futura madre adoptiva se pondrán manos a la obra para enderezar este asunto de mujeres (al margen de los hombres ¡qué novedad!). Emotiva escena en la nursery y detallazo final en la habitación del bebé.

El siglo XXI será el verdadero siglo de las mujeres, digan lo que digan las feministas, y puede que el cine (o lo que venga después y sirva para narrar con imágenes) el medio idóneo que escojan --por su capacidad de transmisión instintiva de estados de ánimo-- para expresar sus puntos de vista. O es eso o tengo una extraña facilidad para dar con filmes que conectan y potencian, más allá de lo mayoritario, mi lado femenino (Bosé dixit).

lunes, 4 de febrero de 2008

Los Goyas (y 2)

Los Goyas 2007 entregados en el 2008 ya tienen dueño y de nuevo salta la sorpresa en forma de filme intimista y con vocación de autenticidad, por encima de favoritas mejor colocadas gracias a la taquilla y los medios de producción invertidos. No es algo del todo sorprendente porque ya lo hemos visto en otras ediciones con La vida secreta de las palabras (2006), Te doy mis ojos (2004), Los lunes al sol (2003), El bola (2001). Es como si la Academia premiara el cine que debería ser, un estilo y unos temas que la industria considera como las señas de identidad de nuestro cine, expresando incluso --diría yo-- la función social que debe desempeñar como arte. Me parece un poco ingenuo e irreal, pero al menos no siempre sale uno con la sensación de que se ha premiado a lo que más y mejor se ha promocionado (en todos los aspectos).

Como complemento a mi diagnóstico personal incluyo el más documentado de Román Gubern, que, además de quitar el IVA al tremendismo que le pone la industria, resume en ocho estampas los verdaderos retos y problemas del cine español. Vale la pena leerlo (especialmente la estampa número 5). Adelanto las ideas-fuerza que más me han calado:

a) "Pilar Miró, desde su cargo en el Ministerio de Cultura, alentó con subvenciones el cine de autor y dignificó la producción, pero la alejó del gran público". No siempre las mejores intenciones traen los mejores resultados.

b) La producción española rebasa en casi 100 títulos la de otras cinematografías con mayor población, como Italia, Alemania o Reino Unido, lo que implica --con una cuota de mercado semejante-- menores ingresos por película. Teniendo en cuenta los numerosos títulos que ni se estrenan o que duran un suspiro en cartelera, ¿cuál dirías que es el auténtico mal del cine español, la apuesta por la cantidad (de la que debería surgir, por simple estadística, la calidad) o la sobreproducción?

Finalmente, un dato que me produce escalofríos: "menos del 8% de los espectadores se orientan por las críticas profesionales". Si eso es cierto sólo espero que quienes se guíen por las no profesionales sean muchos más, y así blogs como el mío podamos repartirnos un público potencialmente más numeroso que no convierta la blogosfera cinéfila en una lucha por la captura de visitantes.

Ahora sí que acabo: mis siete aciertos revelan mi torpeza integral como analista predictivo. Ni uno de los galardones importantes (película, director, actor, actriz...), excepto el de Amparo Baró y el guión original; cuatro premios de pura lotería (fotografía, maquillaje y peluquería, sonido y película de animación) y uno que al menos puedo asegurar que ha sido por convicción: Invisibles. Realmente, 2008 va a ser el "Año Bardem".

Mis fallidas previsiones y los premiados aquí: Los Goyas.