martes, 27 de enero de 2009

Todos los nominados a los Goya 2009

Actualización (02/02/2009): finalmente se ha impuesto la tradición, y el filme menos previsible (por género y por estilo) se ha llevado el gato al agua (Camino de Javier Fesser). Lo que sí ha saltado por los aires es mi tradición de nulos/escasos aciertos, que esta vez alcanzan las astronómica cifra de 15 (por los 14 de tomás, mi directo competidor), la mayoría en categorías técnicas, todo hay que decirlo, porque de las artísticas las mínimas. Recuerda: en azul mi voto y con asterisco la ganadora final.

La lista de nominados a los Premios Goya 2009 presenta este año un panorama de lo más internacional, dando la (falsa) impresión de que nuestra industria está metida por derecho propio entre las cinematografías de la primera división mundial. A ello contribuye sin duda el hecho de que algunos de los títulos y nombres que suenan para los Oscar o los Globos de Oro aparecen también en el listado de los Goya, lo cual puede llevar a conclusiones inexactas. Pero no nos engañemos: ni Che, el argentino ni Penélope Cruz en Vicky Cristina Barcelona han sido precisamente la sensación de la temporada.

Nuestros académicos de lo fílmico se han decantado en las últimas ediciones por películas arriesgadas, incómodas o reivindicadoras, como si esto fuera Sundance y no hubiera lugar para lo comercial o las narrativas más previsibles. Si detrás de esa actitud hubiera una intención sincera de modelar un cine menos acartonado ya habríamos notado el cambio en las carteleras hace tiempo, pero el cine español sigue enrocado en sus trece: dos o tres taquillazos, actores y actrices que se van fuera a ganarse el prestigio que aquí se les niega y más de uno confundiendo la pedantería con el vanguardismo. Los girasoles ciegos, por intérpretes y por temática, tiene casi todas las papeletas para convertirse en la ganadora de la noche, dejando en la cuneta a Camino, la excepción a este desierto programado que es el cine español; y Zannou con su El truco del manco completará el cuadro de un cine español que aspira a tocar todos los palos. Lo malo es que detrás de los favoritos no queda nada más, sólo breves chispazos o rescoldos que ni se extinguen ni se reavivan.

Un año más, no renuncio a mi cita con los Goya ni resisto la tentación de lanzarme a la piscina con mis predicciones (en azul), y de paso te invito a hacer lo mismo: copia la lista de nominados y pégala en un comentario; luego deja a tu favorito en cada categoría. ¡Apresúrate a votar que la gala es el 1 de febrero!

Mejor película:
Sólo quiero caminar
Camino*
Los crímenes de Oxford
Los girasoles ciegos

Mejor dirección:
Agustín Díaz Yanes por Sólo quiero caminar
Javier Fesser por Camino*
Álex de la Iglesia por Los crímenes de Oxford
José Luís Cuerda por Los girasoles ciegos

Mejor interpretación masculina protagonista:
Benicio del Toro por Che, El argentino*
Javier Cámara por Fuera de carta
Raúl Arévalo por Los girasoles ciegos
Diego Luna por Sólo quiero caminar

Mejor interpretación femenina protagonista:
Carme Elías por Camino*
Verónica Echegui por El patio de mi cárcel
Maribel Verdú por Los girasoles ciegos
Ariadna Gil por Sólo quiero caminar

Mejor interpretación masculina de reparto:
Jordi Dauder por Camino*
Fernando Tejero por Fuera de carta
José Ángel Egido por Los girasoles ciegos
José María Yazpik por Sólo quiero caminar

Mejor interpretación femenina de reparto:
Elvira Mínguez por Cobardes
Rosana Pastor por La conjura de El Escorial
Tina Sainz por Sangre de mayo
Penélope Cruz por Vicky Cristina Barcelona*

Mejor director novel:
Belén Macías por El patio de mi cárcel
Santiago A. Zannou por El truco del manco*
Nacho Vigalondo por Los cronocrímenes
Irene Cardona por Un novio para Yasmine

Mejor actor revelación:
Álvaro Cervantes por El juego del ahorcado
J.M. Montilla Mangui por El truco del manco*
Martín Rivas por Los girasoles ciegos
Luís Bermejo por Una palabra tuya

Mejor actriz revelación:
Nerea Camacho por Camino*
Ana Wagener por El patio de mi cárcel
F. Hamed por Retorno a Hansala
Esperanza Pedreño por Una palabra tuya

Mejor guión original:
Camino*
Cenizas del cielo
Retorno a Hansala
Sólo quiero caminar

Mejor guión adaptado:
Che, El argentino
Los crímenes de Oxford
Los girasoles ciegos*
Una palabra tuya

Mejor película extranjera de habla hispana:
Acné (Uruguay)
La buena vida (Chile)*
Lake Tahoe (México)
Perro come perro (Colombia)

Mejor película europea:
4 meses, 3 semanas y 2 días (Rumanía)*
Al otro lado (Alemania)
El niño con el pijama de rayas (Reino Unido)
El caballero oscuro (Reino Unido)

Mejor película de animación:
Donkey Xote
El lince perdido*
Espíritu del bosque
RH+, el vampiro de Sevilla

Mejor música original:
Alberto Iglesias por Che, El argentino
Bigen Mendizábal por El juego del ahorcado
Roque Baños por Los crímenes de Oxford*
Lucio Godoy por Los girasoles ciegos

Mejor canción original:
"Podemos volar juntos" de El patio de mi cárcel
"A tientas" de El truco del manco*
"Manousal" de Retorno a Hansala
"Entre tu balcón y mi ventana" de Una palabra tuya

Mejor dirección de producción:
Che, El argentino
Los crímenes de Oxford*
Los girasoles ciegos
Sólo quiero caminar

Mejor fotografía:
La conjura de El Escorial
Los girasoles ciegos
Sangre de Mayo
Sólo quiero caminar*

Mejor dirección artística:
Che, El argentino*
La conjura de El escorial
Los girasoles ciegos
Sangre de Mayo

Mejor diseño de vestuario:
El Greco*
La conjura de El escorial
Los girasoles ciegos
Sangre de Mayo

Mejor maquillaje y peluquería:
La conjura de El Escorial
Los girasoles ciegos
Mortadelo y Filemón: Misión salvar la tierra*
Sangre de mayo

Mejor montaje:
Los crímenes de Oxford*
Los girasoles ciegos
Mortadelo y Filemón: Misión salvar la tierra
Sólo quiero caminar

Mejor sonido:
3 días*
Los girasoles ciegos
Sangre de Mayo
Sólo quiero caminar

Mejores efectos especiales:
Camino
Mortadelo y Filemón: Misión salvar la tierra*
Sangre de Mayo
Sólo quiero caminar

Mejor documental:
Bucarest, la memoria perdida*
El pollo, el pez y el cangrejo real
El último truco. Emilio Ruiz del Río
Old Man Bebo

Mejor cortometraje de ficción:
El encargado
Final
Machu-Picchu
Miente*
Porque hay cosas que nunca se olvidan

Mejor cortometraje de animación:
El ataque de los kriters asesinos
Espaguetti western
La increíble historia del hombre sin sombra*
Malacara y el misterio del bastón de roble
Rascal's Street

Mejor cortometraje documental:
Harraga
Héroes
No hacen falta alas para volar*
La clase
Soy Meera Malik

martes, 20 de enero de 2009

Laberintos de difícil salida (La clase)

Laurent Cantet (n. 1961) es un joven cineasta francés que ha puesto sobre sus hombros la pesada carga de hurgar con su cine en los temas sociales que la izquierda europea de toda la vida ha usado como bandera: en Recursos humanos (1999) las relaciones entre sindicatos y empresarios; en El empleo del tiempo (2002) la sociedad del ocio prematuro; y en Hacia el sur (2006) el descubrimiento del lado oscuro del paraíso. Ahora, con La clase (2008), le ha tocado al sistema educativo (público, por supuesto), esas entrañables instituciones que, en según qué contextos, se están convirtiendo en pequeños polvorines generacionales. El único problema de este bonito panorama es que la izquierda de toda la vida ya no existe; sus reivindicaciones y sus ideas se han evaporado y sólo ha quedado una etiqueta --y mucha mala conciencia-- que da por supuestas determinadas opiniones sobre la sociedad, la economía y la política, de la que únicamente ciertos matices las distinguen de las recetas conservadoras.



Aun así, cada película de Cantet sabe huir del maniqueísmo paternalista de esa antigua izquierda, y se las apaña para poner en primer plano los temas que están en la calle, aunque no en la agenda política. En Recursos humanos sorprendía gratamente al introducirse en los entresijos del mundo laboral, aunque al final uno valorara más esta audacia que no los resultados concretos. La escuela, en cambio, es casi un subgénero cinematográfico, de modo que los méritos de La clase hay que confrontarlos con el resto de la filmografía sobre el tema. Para empezar, la forma de prepararla: el casting de los alumnos que forman la clase se hizo mediante talleres en un instituto de las afueras de París, de manera que en ellos se pulieran los temas del guión, el desarrollo de las escenas y el reparto (los que quedaron al final se incorporaron directamente a la película); y que me recordó mucho a la planificación previa de Shortbus (2006). Semejante esfuerzo preparatorio se ve recompensado por la frescura y la espontaneidad de sus diálogos; aunque la gran paradoja en este caso es que, tras las alabanzas del propio Cantet al trabajo realizado por los alumnos/actores, laten los mismos problemas y actitudes que interpretan, los cuales quedaron en segundo plano porque la película proporcionó la dosis extra de motivación de la que carecen en condiciones normales. El segundo gran acierto: elegir como protagonista y co-guionista a François Bégaudeau, autor del libro en el que se inspira libremente el filme. En España hace tiempo que se publicó, con un estilo y un formato muy parecido, Crónica de un profesor en secundaria (2001) de Toni Sala, el cual devoré en su momento y del que --¡oh sorpresa!-- el cine español no mostró el más mínimo interés. Más allá del buen hacer como actor de Bégaudeau, está la ventaja de contar para el papel con un auténtico profesor; sólo por eso, La clase rebasa a todos sus rivales cinematográficos recientes.

La forma de rodarla (las escenas en la clase se filmaron con tres cámaras: una enfocando permanentemente al profesor, otra al personaje que habla y otra recogiendo los detalles menores) hace que se acentúe la verosimilitud de su tono documental (cuidadosamente planificado y sin perder espontaneidad); provocando además un beneficioso efecto colateral: la aceleración del ritmo narrativo y evitando que el abultado metraje del filme acabe lastrando la impresión final del espectador. La película pasa --al menos a mí-- en un suspiro, acumulando sin pausa y sin apenas orden sucesos divertidos, tensos, extraños, dolorosos, violentos, anodinos... siempre con la sensación de que acabará brotando un argumento, o la acción cristalizará en un significado trascendente que vaya más allá de la mera representación de la acción. Un retrato directo y sin moralinas de la vida cotidiana en las escuelas multiculturales. Y de paso, deja en evidencia las premisas contradictorias de un sistema educativo universal y obligatorio del que, sin embargo, se expulsa a los díscolos e inadaptados. ¿Expulsados adónde, si hasta los 16 años no pueden ir a otra parte? La película, además, dibuja claramente el abismo que separa los universos de profesores y alumnos, unos quemados y en el punto de mira de la sociedad, los otros desnortados, sabiendo que resultan intocables a pesar de estar en la base de la pirámide educativa y, a la vez, evidenciando su incapacidad para percibir los beneficios del estudio. Todo servido sin intención didáctica ni pretendiendo aportar soluciones (¿alguien las tiene?). Yo me quedo con la permanente sensación de frustración de los profesores, obligados a bajar el nivel para poder llegar a todo el grupo, su disponibilidad sincera a poco que un alumno muestre un poco de interés en lo que enseñan, el destierro de la disciplina y los patéticos intentos de reintroducirla a base de pequeños e inútiles gestos. Sobre los alumnos, a poco que se profundice en el tema, uno se da cuenta de que el problema al que se enfrentarán las sociedades occidentales dentro de una década no tiene que ver únicamente con los múltiples orígenes de su población, sino con el grupo --cada vez más amplio-- de jóvenes que no ven utilidad alguna en la enseñanza (y por tanto se desentienden), incapaces de relacionar su nivel de formación con su calidad de vida futura. Unos chavales que ya ejercen de consumidores a pleno rendimiento sin admitir que, a cambio, semejante condición les obligue a formarse previamente como ciudadanos con criterio. Lo digo sin asomo alguno de falsa mala conciencia izquierdosa, que conste. Es la preocupante amenaza de una sociedad compuesta por personas que no son malas, pero sí tontas (Mendoza dixit), a merced del primer manipulador populista que pase.

En definitiva, La clase es un filme que nos devuelve un Cantet en forma, con sus temas de indudable calado político tratados de forma amena; y aunque probablemente no todos se sentirán igual de atraídos ni satisfechos con lo visto, yo la recomiendo aunque sólo sea para disfrutar de algunos momentos de buen cine que contiene.

miércoles, 7 de enero de 2009

Idiotas a tiempo completo: el cine de Wes Anderson

Wes Anderson ha tenido la suerte y/o la astucia de contar como colaboradores en el guión con amigos --Noah Baumbach en Life aquatic (2004)-- y algunos de sus actores protagonistas: Jason Schwartzman en Viaje a Darjeeling (2007), y especialmente Owen Wilson, con quien escribió la premiada The Royal Tenenbaums (2001), Academia Rushmore (1998) y Bottle Rocket (1996); esta última suponía para ambos su debut cinematográfico como guionistas, además de actor y director respectivamente.

El cine de Wes Anderson tiene la rara habilidad de presentar una realidad sutilmente amputada: sus argumentos no puede decirse que sean disparatados, sino que se las arregla para colar en ellos momentos y situaciones que rayan en lo absurdo, o diálogos que aspiran a una trascendecia absoluta pero interpretados con una socarronería que desarma (algún despistado puede que los tome en serio), sin que por ello dejen de tener una lógica interna dentro de la historia. Un humor sutil, desmitificador y carente de sentido se desprende inevitablemente de semejante mezcla, de la que me siento incapaz de establecer sus ingredientes.


Spot dirigido por Anderson para American Express: un original homenaje a La noche americana (1973) de Truffaut.

El simple enunciado del argumento y una breve descripción de su escena inicial son suficientes para hacerse una idea de qué va Bottle Rocket: el autodemoninado grupo paisajista Los vaqueros del césped es en realidad una tapadera que oculta a una torpe y disparatada banda dedicada a cometer atracos a la que --por muy diversas y diferentes razones-- van a parar Anthony, Dignan y Bob, los tres amigos protagonistas de la historia. Al comienzo del filme, Anthony (Luke Wilson) se despide del doctor que ha supervisado su tratamiento en un centro psiquiátrico y le pide que le permita salir por la ventana puesto que Dignan (Owen Wilson) le ha preparado un detallado plan de fuga, pues ignoraba que su estancia en el centro era voluntaria. De manera que ahí va Anthony descendiendo por las sábanas anudadas desde su ventana para reunirse con Dignan, que le espera con una libreta en la que ha planificado para ambos una lista de cosas que abarca los próximos quince años.

En Bottle Rocket --como en Viaje a Darjeeling-- es fácil entrar en el tono de parodia que propone la película, puesto que enseguida se comprende que va de atracos «ferpectos» perpetrados por inútiles que se las dan de profesionales, donde nada es lo que parece ni nada sale como se esperaba. Anderson consigue sus mejores resultados cuando es capaz de envolver con su sentido del humor una historia firmemente anclada en argumentos previsibles, de esta manera es más facil detectar los desv(ar)íos que provoca su peculiar narrativa. Por eso no es fácil congeniar con Academia Rushmore y Life aquatic, pues sus guiones están llenos de altibajos e irregularidades, generando extrañamiento y hasta rechazo (a menos que uno decida colarse por las grietas de su finísima ironía). En estos casos, lo más útil es ser consciente de que se está ante filmes de Wes Anderson y, por tanto, hay que estar abierto a momentos inefablemente absurdos, apreciables únicamente para ojos atentos y cerebros ansiosos de lógicas distorsionadas. Recuerdo que no fue hasta el segundo tercio de Life aquatic, a propósito de un comentario sobre una cafetera robada algo así como diez escenas antes, cuando di con la clave para disfrutarla. En este caso, como en The Royal Tenenbaums, su reparto de lujo es el principal atractivo para el espectador, aunque si a uno no le va el humor ligeramente surreal queda rápidamente defraudado.

Los personajes de Bottle Rocket --y, en general, los de todo el cine de Anderson-- son arquetipos en estado puro, seres obsesionados con los objetivos vitales (más o menos verosímiles) que se han marcado, los cuales expresan en público de una forma desproporcionada, inmunes al desaliento y a la burla, y reaccionando ante las dificultades de forma infantil y/o absurda, sin que se pueda deducir que, cuando están a solas, se comportan como personas normales y equilibradas. Son meros arquetipos humorísticos, útiles para la narración y provocar el efecto deseado. En cada una de sus películas posteriores, Anderson mantendrá este esquema, pero puliendo aristas y haciendo menos evidentes las costuras, de manera que uno llega a Viaje a Darjeeling y se encuentra con un universo propio bien perfilado y unos personajes que en realidad son el producto de sus anteriores filmes. Si el espectador los conoce de antemano conectará sin dificultades con los extraños diálogos que contiene, así como con las búsquedas y las prioridades que les mueven. Si no es así habrá que confiar en que --como en mi caso con el gag de la cafetera-- el azar consiga que un gesto, una frase, una imagen, una escena, le permitan contemplarla desde el ángulo adecuado, la perspectiva desde la que todo encaja con la dosis exacta de relativa trascendencia, desdramatizado humor y calculada superficialidad.

Al final resulta que sí he sido capaz de verbalizar los ingredientes de esa realidad sutilmente amputada, ahora sólo queda esperar que su anunciada The fantastic Mr. Fox (2009), coescrita con Noah Baumbach, interpretada por algunos de sus principales actores-fetiche (Jason Schwartzman, Anjelica Huston) y las voces de otros tantos (Cate Blanchett, George Clooney, Bill Murray), sea capaz, para quienes conocemos y disfrutamos de su cine, de superar el listón de Viaje a Darjeeling. Quienes se acercan a él por primera vez podrán tomar el inesperado desvío que conduce al universo que se abre detrás de la insoportable banalidad de sus películas. Wes Anderson merece que nos demos más de una oportunidad para encontrarlo.


http://sesiondiscontinua.blogspot.com.es/2008/12/idiotas-tiempo-completo-el-cine-de-wes.html


jueves, 1 de enero de 2009

La narración, como las citas, sigue siendo un arte (Buscando un beso a medianoche)

Hace tiempo que no lo hacía: entrar en el cine cuando cinco minutos antes no lo tenía pensado en absoluto. Pasé por delante del Verdi, eché un vistazo a los programas de mano y a la segunda di con Buscando un beso a medianoche (2007) de Alex Holdridge. Diez minutos después estaba sentado en la butaca esperando a que empezaran los avances.

Holdridge ha hecho una película en la que convergen numerosos detalles que la hacen atractiva: rodada en blanco y negro, retratando la cara más desconocida de una ciudad tan cosmopolita como Los Angeles (no recuerdo ningún otro filme en el que aparezca el metro de la ciudad) con vagas reminiscencias a Manhattan (1979) de Woody Allen; un rodaje bajo mínimos en cuanto a presupuesto, reparto y localizaciones (el apartamento donde vive el protagonista es el de Holdridge); grandes dosis de naturalidad, desparpajo y crónica actual de la juventud... Factores que suelen dar como resultado un filme fresco y dinámico, o como dicen los profesionales: «indie».



La película cuenta una primera cita --concertada por Internet, como es lógico-- entre dos desconocidos (Wilson y Vivian) durante las últimas catorce horas del año, y en la que, a lo largo de la tarde y la noche, atraviesan numerosas fases: nerviosismo, desconfianza, momentos mágicos, confidencias, desencuentros; todo ello intercalado con aventuras improbables pero verosímiles, la mayoría repletas de humor y breves interludios románticos apenas esbozados, sin caer en lo pasteloso. Yo me quedo con la escena del restaurante italiano y la siguiente, en la que el diálogo entre atrevido y sugerente está claramente inspirado por el mareíto provocado por el vino de la cena, tal como nos ha sucedido a todos innumerables veces. Buscando un beso a medianoche tiene mucho de documental, pero también de crónica urbana, de material de ficción apenas modificado que produce un cine natural en el que casi podemos rozar la vida de sus personajes.

Y aunque la idea argumental no es nueva está bien contada: diálogos imaginativos y chispeantes, ritmo narrativo e intercalación de escenas bien dosificados, arranque trasgresor y empático, personajes bien definidos, sencillos y atractivos, anécdotas verosímiles y graciosas, humor verbal de calidad, ausencia de tiempos muertos... Todo lo que se puede pedir para pasar un buen rato y tener después unos cuantos temas sobre los que reflexionar (las mutaciones que experimentan las relaciones entre hombres y mujeres, las dificultades para abrirse a desconocidos, la aleatoriedad de los contactos, la necesidad de compañía, la insoportable presión por estar a la altura en cada momento). Eso sí, no quiero dejar de mencionar dos lunares entre tanta perfección: el desafortunado título y el inesperado giro dramático casi en el último minuto, ciertamente prescindible porque el final del filme funcionaría igual sin él. Tal y como está es el que encaja mejor con el estilo y el tono de la historia.

El instinto masculino nos dice que, por mucho que las mujeres demanden naturalidad en un primer encuentro (que no importa como seas siempre que te muestres tal como eres, que el interior es lo que cuenta, bla, bla, bla...), en el fondo esperan una serie de mínimos sociales y sentimentales que debemos respetar si queremos tener opción a una segunda cita: el tema sexual no se puede tocar de forma cruda y abierta; es necesario hacerlas sentirse únicas, rodearlas de un ambiente agradable, ofrecerles sinceridad (aunque sea calculada y nosotros lo neguemos en voz alta). En definitiva, un arte que hay que cultivar y practicar con esmero, igual que la narración cinematográfica: no se puede hacer una película con materiales 100% cotidianos, hay que introducir novedad, humor, un poco de intriga, sensibilidad, una pizca de tristeza y un leve enigma que desvelar al final. Paradójicamente, todo eso tiene que estar planificado, dosificado y ordenado previamente de forma artificial para que parezca natural. Si el resultado es demasiado real resulta aburrido, si es demasiado artificial parece irreal. Se trata de un principio aún vigente para las citas, por mucha desinhibición y derrumbe de roles y tabúes que haya: hay que cuidar las formas y seguir un protocolo implícito durante los primeros encuentros con desconocidos/as. Y lo mismo vale para el cine (y Buscando un beso a medianoche es un muy buen ejemplo de ello): la narración es el arte de contar una historia (Bordwell dixit).

La única incógnita que me queda es saber si con materiales no tan directamente generacionales, ni relacionados con su inmediato pasado o presente Holdridge sabrá hacer el mismo buen cine conseguido con esta película. Las reacciones positivas que provocaron sus dos primeros filmes --Wrong numbers (2001) y Sexless (2003)-- llevan a pensar que sí. Aun así, esperaré a la siguiente para afirmar que es una joven promesa a tener en cuenta.