domingo, 7 de octubre de 2012

La noche que Woody Allen perdió la partida (El nombre)

La familia es como una calle mal iluminada: las afinidades están muy claras cerca de las zonas de luz (las celebraciones), pero también hay numerosos rincones oscuros --conocidos por todos-- que se evitan conscientemente por conveniencia, necesidad, incluso piedad. Hay quien cree que las familias se comportan con excesiva superficialidad en sus reuniones, en los que cada cual adopta un papel y no lo abandona porque se encuentra cómodo (el progre, el gracioso, la moderna, el serio, la anfitriona...), y por esa razón se desperdician ocasiones inmejorables para estrechar lazos, arrinconar prejuicios, conocerse, dar la bienvenida a nuevos miembros (novietes, segundas parejas). Pero no es cierto, nos mantenemos en las zonas de luz para evitar que suceda lo que describen, de forma exagerada pero verosímil, Matthieu Depalorte y Alexandre de la Patellière en El nombre (2012).

La película plantea los mismos retos técnicos, interpretativos (el reparto, excepto uno de los actores, es el mismo de la versión teatral) y de adaptación de un texto teatral previo que la aclamada Un dios salvaje (2011), pero con la diferencia de que se trata de una comedia, por lo que la comparación inevitable se establece con La cena de los idiotas (1998) --con dirección y adaptación del propio autor, Francis Weber-- un clásico del teatro contemporáneo, con un humor vitirólico y misógino que la convierten en algo atemporal. Y algo hay de eso, pero con un objetivo secundario, declarado por los propios autores/adaptadores/directores: ridiculizar las conversaciones de sobremesa que hace la generación setentera (probablemente la década más ideologizada del siglo XX) cuando derivan en política o arte, abarrotándolas de citas, paradojas, declaraciones pomposas... Y todo para acabar encallados en el mismo punto de la misma y machacona argumentación recíproca con el mismo adversario de siempre (un suegro, una cuñada, un amigo). El cine --europeo y estadounidense-- ha abusado hasta la saciedad de este cliché: para vertebrar sagas legendarias, dramatizar mejor determinados filmes históricos, incluso para ilustrar crónicas costumbristas; pero nunca para caricaturizar tan declaradamente un determinado tipo sociológico.



La película cubre, sin apenas elipsis temporales y escasas licencias de montaje, la velada entre dos hermanos, sus respectivas parejas y un amigo común, en la que, tras una fuerte discusión por el nombre del futuro hijo de uno de ellos, se encadenan nuevas broncas por temas diversos, casi siempre opiniones sobre parientes de esas que ocultamos por educación pero que, tras un calentón, soltamos sin pensar delante de todos en el momento más inoportuno. Y eso sirve para acallar con un incómodo silencio las demás conversaciones, incluso para destapar crisis en nuestra propia relación. Todo esto lo lleva a cabo con un clasicismo impecable El nombre, enlazando cada bloque (dedicado a uno de los cinco personajes) con ingenio, alternando los momentos cómicos --especialmente al inicio-- con los dramáticos, llevando y trayendo las escaramuzas verbales con naturalidad. Aun así, el resultado no es un filme tan redondo como los de Polanski o Weber, pero sí muy entretenido.

Con todo, El nombre quedará para la historia de mi evolución cinéfila por otra razón, completamente casual y personal: por primera vez en 26 años --desde aquel preestreno dominical de Hannah y sus hermanas (1986) en el cine Coliseum-- entre un filme de Woody Allen y otro cualquiera de la cartelera he optado por éste último. Allen ha quedado como segunda opción y, en esta ocasión, la comedia francesa se ha llevado el punto (aunque no sea de partido). No es nada sorprendente, incluso alguien podría acusarme --con razón-- de haber tardado demasiado tiempo en dar el paso. Cuesta dejar atrás rutinas eficaces; lo bueno es que nunca faltarán títulos nuevos para poner en su sitio mi nostalgia...




http://sesiondiscontinua.blogspot.com.es/2012/10/la-noche-que-woody-allen-perdio-la.html

6 comentarios:

Jon Alonso dijo...

Amigo, J.A. Bien hallado, con un post de lo más interesante sobre una peli (que tenía mis dudas) solventadas tras leerte. Atisbo bilis de la magnífica “un Dios salvaje” y el tema de la familia está ahí. Cómo las familias siguen siendo las mismas que en Atapuerca y la actitud de éstas me producen divertimento digestivo. Al final todas nos parecemos y acabamos en las comidas del mismo modo. Me voy de cabeza al cine. Y Sobre W.A. Si te gusto “M.I.P”, más de lo mismo con el nuevo IVA. Lo dicho, amigo, un placer volver a verte. Abrazos

Sesión discontinua dijo...

JC: gracias por el consejo de retorno, que me reafirma en mi decisión. Nuevos cines nos esperan....

Ya me dirás qué te pareció "El nombre".

Nos leemos!!!

Jon Alonso dijo...

J.A, a mi me ha gustado. La familia siempre me pone. Posiblemente, mis esencias son Shakesperianas y griegas. Hace tiempo que no me dejo caer por el teatro; el lugar donde los actores demuestran su valía. Sin hacerlo difícil, sin escorzos, ni malabares extraños. Al igual que Polanski. El dueto Delaporte y Patellière han acertado con el casting y la puesta en escena. Te ríes (sin esforzarte) y esa es la mejor victoria de un cineasta/s cuando se aborda el complicado género de la comedia. Puede que el film juegue la carta ventajista de “la vis” versus atmosfera cercana de “Un Dios salvaje” en la factura del film. Lo entiendo desde el punto de vista de la producción ejecutiva. Bien, tienen una buena película y se agradece. Mi único, pero: el metraje lo hubiera acortado. Ahí, Polanski demuestra el oficio de la narración en mis amados 90´. Por cierto, ¿has visto” “L´apollonide” (Casa de Tolerancia) de B. Bonello? Creo que es un buen film, pero… No sé, no sé… Ya me dices. Abrazos

Sesión discontinua dijo...

JC: pues también hay versión en teatro (al menos en Barcelona), así que ya sabes... LO cierto es que a mí me parece que no hay tanto vitriolo como en Polanski pero no se queda corto; el hecho de aportar dosis de comedia lo hace más llevadero y verosímil (y supone un mayor reto para los autores). Y en lo de la duración totalmente de acuerdo; el ritmo general habría salido beneficiado. Y L'Apollonide no la he visto, investigaré... o díme tú qué tal.

Nos leemos!!!

Anónimo con gafas dijo...

A tus sobrinas (y en francés) les gustó; será porque está bien explicada.
Estoy convencido que una de Allen no les hubiera parecido tan real, con toda la gente hablando a la vez sin escucharse los unos a los otros. ¡Mira que se llegan a decir cosas fuertes y, sin embargo, con que clase lo resuelven todo! La encontré verosimil, fíjate, a psar de la distancia.
Por cierto, señor Discontínuo, sigues enfatzando el concepto "clásico". ¿Dónde está el límite en el arte de rodar para distinguir el clasicismo?
Otra: ¿Habrá entrada para "Skyfall"? Me encantaría leerte.

Sesión discontinua dijo...

Anónimo: cómo envidio tu proyecto de cine VOS en el Verdi con tus niñas!!! Deberia hacer lo mismo.... Ya coincidimos en más cosas: que nos gusta "El nombre", una opinión común sobre el Allen actual... Dentro de nada descubriremos puntos en común sobre Almodóvar (al tiempo).

Sobre el concepto clásico: en este contexto no se refiere al cine rodado en EEUU entre 1917 y 1960 (que es la periodización histórica denominada "cine clásico") sino a la narración basada estrictamente en unidad de lugar y tiempo más las tres fases de todo relato (planteamiento, nudo, desenlace).

Y no, no habrá "Skyfall". Si el auténtico ultrafan de 007 (Agus) dice que es mala, ¿qué dirá un advenedizo como yo?


Nos leemos!!!!