domingo, 3 de febrero de 2013

Ficción reservada: todos los nominados a los Oscar 2013

La batalla de los Oscar se reduce este año a una serie de géneros cinematográficos ampliamente consolidados entre el público: el biopic más clásico --Lincoln de Steven Spielberg--; el thriller político --Argo de Ben Affleck--; la comedia romántica que trata de superar sus autopimpuestas barreras --El lado bueno de las cosas de David Russell--; la fábula cinematográfica de un consagrado --La vida de Pi de Ang Lee--; el cine de acción/espectáculo --La noche más oscura de Kathryn Bigelow--; el musical de toda la vida --Los miserables de Tom Hooper-- y el western más pasado de vueltas (Django desencadenado de Quentin tarantino).

Lo más curioso es comprobar cómo la ficción cinematográfica, intangible por definición, va extendiendo su carácter inasible a los ámbitos de su realidad más inmediata: actores y actrices --y, por extensión, cualquier rostro que deviene famoso-- viven en un universo donde la imperfección está vetada por decreto, por imperativo de supervivencia, por la exigente necesidad mantener una ficción que encandile a los fans. El otro día, a Jennifer Lawrence --nuevo fetiche del mes de este blog y chica de moda en Occidente-- se le rompió el vestido justo en el momento de recoger un premio. El suceso se habría convertido de inmediato en la imagen del día, de la semana, del mes; en la comidilla de la blogosfera y de la prensa... Pero no fue así, porque lo máximo que hemos llegado a ver es el instante en que cae la falta, la última imagen que cuya emisión se permitió antes de que los realizadores se dieran cuenta de lo sucedido. Y es que, desde hace años, por motivos de pánico, las cadenas que retransmiten este tipo de eventos, recurren al directo de los cinco segundos de decoro y evitar de este modo comentarios indeseables, críticas, salidas de guión... inesperadas catástrofes de vestidos.

¿A qué viene tanta obsesión preventiva? ¿Por qué esa imperiosa necesidad de compatibilizar una imagen real acorde con la imagen irreal surgida de sus filmografías? Los actores y actrices, tan guapos y tan perfectos, viven en una especie de mundo maravilloso de Oz a cinco segundos de nuestra realidad, el tiempo justo para poder apañar imprevistos perjudiciales. Es un poco como en los años del cine mudo, cuando las productoras protegían al máximo la imagen de los actores famosos, temiendo que un cambio de opinión del público sería desastroso para sus negocios. Greta Garbo y Marlene Dietrich han sido las dos víctimas más famosas de esta nefasta política. Las cadenas de TV está confinando los rostros célebres a las pantallas (de los cines, ordenadores, televisiones, móviles) aplicando una lógica perversa: dar a conocer de los famosos lo que ellos desean y de la forma que piensan que sus fans lo desean, sin la menor concesión al imprevisto. Puede que algún(a incauto/a todavía crea que las personas como Jennifer Lawrence viven en una especie de luminosa Lórien; en realidad más bien se trata de una especie de Moria mitificada desde el exterior, pero oscura y sórdida por dentro.

En fin, toda este lamento razonado no impedirá que hagamos nuestra tradicional quiniela de los Oscar y pasemos un rato divertido elucubrando, comparando y recreándonos en el triunfo o en la derrota (propios y ajenos).

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