martes, 26 de marzo de 2013

Redes. Sentimientos (Ciao Pirla!)

Ciao Pirla! (2013) es un ejemplo perfecto de documental híbrido, mezcla de relato personal, diario de viaje, homenaje íntimo, mosaico poliédrico e ingeniosa promoción musical. Al igual que Godard, su protagonista y co-director --Óscar D'Aniello, compositor y uno de los integrantes del grupo musical Delafé y Las Flores Azules-- necesita mostrar y mostrarse mostrando: no basta con la crónica de su ruta en bicicleta hasta el pueblo natal de su padre (recién fallecido) en Italia, también cuentan las reacciones de terceros ante lo vivido y captado por la cámara; en este caso los comentarios de Paco Loco, el productor musical de su nuevo trabajo discográfico (De ti sin mí/De mí sin ti), durante los descansos en el estudio de grabación, a algunas de las escenas que el espectador acaba de ver. El suceso y la reacción, el diálogo y el comentario, el sentimiento y la expresión. Todo cuenta, todo aporta.

El documental intercala fragmentos del pasado y del presente, invocados por Óscar, motivados por su viaje y esa extraña e incontenible sensación de balance que nos asalta cuando perdemos a nuestro padre: amigos, compañeros, familiares, ciclistas profesionales (algunos hacen parte del trayecto con Óscar), patrocinadores, encuentros fortuitos... El viaje sirve de excusa y de acicate para dejar al descubierto los sentimientos encontrados de su protagonista, desvelando detalles (algunos íntimos) que completan el retrato de un personaje público (incompleto por definición).

Y es que el filme refleja --a veces más de lo previsto-- cómo es Óscar D'Aniello: una persona introvertida con un vasto y complejo mundo interior al que, de forma imprevista, le asaltan momentos de sinceridad controlada, y este documental es una buena prueba de ello. Con todo, creemos que el montaje nos garantiza que mostraremos únicamente aquello que queremos, pero casi siempre se acaba desvelando más de lo que uno tenía previsto. En el caso de Ciao Pirla! lo que gana al espectador es la sencillez y el estilo directo del relato: Óscar en su casa justo antes de la salida, los encuentros con la familia en Italia, algunas confesiones en pleno esfuerzo sobre la bicicleta... El documental se convierte, en ocasiones, en una extensión de las letras de sus canciones.



El viaje, como en todo itinerario, aporta numerosas anécdotas, aunque el filme las selecciona cuidadosamente: el encuentro inesperado con un artesano fabricante de bicicletas, las rutinas domésticas, la búsqueda de hotel, las preguntas a los lugareños, el aburrimiento, el cansancio... Las paradas programadas sirven para reflexionar ante la cámara e introducir momentos del pasado reciente y no tan reciente... Una manera eficaz y sencilla de oxigenar un relato mínimo y de mantener el interés. Lo único que no hay son momentos robados por la cámara (enfados, imprevistos, situaciones curiosas...), pero da la sensación de que no es un detalle fortuito, sino algo cuidadosamente descartado en el montaje. Ciao Pirla! es una producción muy bien montada y mejor fotografiada, controlada al milímetro, acorde con el perfeccionismo de su protagonista, una impresión que pude corroborar personalmente en un brevísimo intercambio de palabras tras un concierto acústico en Cabrils (mi hija y yo somos rendidos fans del grupo).



Por la misma razón, los momentos intensos y significativos están perfectamente dosificados: la canción Verde (incluida en el nuevo disco), compuesta poco después de la muerte de su padre, una especie de réquiem que sirve para expresar tanto un sentimiento de pérdida como de superación y de optimismo (las personas creativas ven potenciada su inspiración en instantes así). Por descontado, el final del viaje: la llegada al lago de Como, el idílico paraje elegido para depositar las cenizas del padre, rodado con sensibilidad y la adecuada distancia sin renunciar a la composición fotográfica. Toda la escena viene a decir que los nervios previos a lo que intuimos como momentos trascendentes, a pesar de nuestra obsesión por prepararnos adecuadamente, quedan anulados por circunstancias imprevistas, que son en realidad las que intensifican emociones largamente esperadas. Aun así, el interior de Óscar no se desborda hasta el último plano de la película (parcialmente amortiguado mediante un hábil recurso de montaje), junto con Helena Miquel (ex-pareja y también miembro de Delafé y Las Flores Azules).

Ciao Pirla! es mucho más que el tributo personal de Óscar D'Aniello a su padre, también es el retrato de un creador introspectivo y observador, del músico consolidado, del universo humano y artístico que le rodea, le sostiene y le (retro)alimenta. Un documental que revela con sinceridad facetas de la personalidad que solemos mantener ocultas y que Óscar aprovecha para permitir que asomen gracias a la distancia protectora de la narración cinematográfica.




http://sesiondiscontinua.blogspot.com.es/2013/03/redes-sentimientos-ciao-pirla.html

miércoles, 20 de marzo de 2013

Teoría General de la Relación Especial (Blue Valentine)

Hay géneros y tipos de historias que nunca se agotarán, por mucho que insistan en un mismo tema. Blue Valentine (2010) de Derek Cianfrance es una prueba más para una teoría que apenas necesita argumentación: siempre habrá filmes sobre rupturas sentimentales porque nunca dejará de haber parejas que rompen. Eso significa que, si el tema y los personajes no cambian, la forma y el punto de vista son los elementos que acabarán de decidir si una película de esta clase vale la pena o no.

Ya no estamos para guiones lineales, planos, secuenciales y previsibles hechos de encuentros, enamoramientos, crisis y rupturas interpretadas por primeras figuras del momento; eso queda para el género romántico más taquillero, al estilo de El lado bueno de las cosas (2012); necesitamos algo más de perspectiva, un poco de desorden; mejor aún, un argumento fotografiado tan, tan cerca de los protagonistas que casi nos queme su presencia. Cianfrance ha escrito y rodado en Blue Valentine una crónica directa y cruda --al parecer basada en experiencias personales, como recomendaba mi admirado Truffaut-- acerca de uno de los posibles procesos naturales de descomposición de una pareja. Ha conseguido un filme que no necesita recurrir a secundarios o a malvados e imprevistos rompehogares que nos recuerdan que si encontramos algo mejor lo cambiemos porque en el mercado libre de las relaciones es una práctica legítima; al contrario, con dos únicos personajes --Dean (Ryan Gosling) y Cindy (Michelle Williams, nominada al Oscar aquel año)-- es capaz de reconstruir la crónica cotidiana de unos buenos padres, dedicados por entero a su hija, que ven cómo, a pesar de tanta felicidad filial, su relación se resiente y son incapaces de reaccionar a la putrefacción y desconfianza mutua que indirectamente eso provoca (los padres y madres saben exactamente a qué me refiero, sobre todo porque está magistralmente sintetizado y presentado en la escena inicial). Llegados a ese punto, ni siquiera una noche en la Habitación del futuro de un extraño hotel temático podrá enderezarla.



Mezclando pasado y presente, evitando la relajación del espectador, la película establece los contrastes entre esa primera fase de enamoramiento marcada por la atracción física y el bienestar mental y emocional que surge sin esfuerzo, y un presente cotidiano y desencantado al que el director apunta sin duda como una de las causas directas del desastre. Del primer bloque destaco sobre todo la escena del baile con el ukelele: tierna, triste, admonitoria, magníficamente interpretada y mejor escogida la canción; del segundo los diálogos tensos en la extraña habitación de hotel, mostrando con habilidad y sencillez las trabas a la comunicación conyugal, sin que sepan --casi nadie lo sabe-- qué es lo que pasa entre ellos para que no se diviertan juntos.



Todo encajado a la perfección para levantar una historia que engancha, no por el tema (suficientemente documentado y debatido desde todos los ángulos), sino por la originalidad formal. Hasta que llega el momento del desenlace y Cianfrance abre de par en par las compuertas del drama barato, encadenando un tópico detrás de otro en una resolución lacrimógena. De pronto resulta que la película sólo se va a ocupar de un momento muy concreto e intenso de la relación (el que más suele atraer al público), renunciando al necesario epílogo de este tipo de historias, incluyendo la aceptación, la superación de un momento tan doloroso y la posible resiliencia adquirida. Un desperdicio de escena que deja un muy mal sabor de boca en un filme que, en conjunto, debería ser valorado en frío, no a la salida de la sala.

Blue Valentine es un filme que me ha reconciliado con Gosling tras el fiasco de Drive (2011), narrado con mérito pero dilapidado al final, no sé si por comodidad, miedo o imposibilidad de ofrecer algo de perspectiva en una ruptura en la que el director estaba más involucrado de lo que podría pensarse.





hhttp://sesiondiscontinua.blogspot.com.es/2013/03/teoria-general-de-la-relacion-especial.html

sábado, 16 de marzo de 2013

Archivo SD: 1. Bienvenidos a Belleville

Avance: comienzo la revisión de la vieja web de Sesión discontinua con el que considero mi mejor texto de aquel primer año, la crónica del filme de Sylvain Chomet Bienvenidos a Belleville, consolidado con el tiempo como un cineasta original y atrevido que sigue marcando tendencias.

Si repaso el cine que vi durante 2003 destaca la dudosa selección de títulos infantiles que consolidaron mi objetivo de comentar todo lo que veía (fuera lo que fuera) y mi escaso criterio a la hora de elegir películas para mi hija (lo que fuera con tal de llevarla al cine): La gran aventura de Piglet, Sin-Chan. En busca de las bolas perdidas, Doraemon i l'imperi maia y Los Reyes magos. También queda para la historia la crónica de la tercera parte de la trilogía anillera, que me tenía (y me tiene) fascinado. Lo mejor de aquel año: La pelota vasca. La piel contra la piedra, el valiente documental de Julio Medem; El juego de Ripley, lección magistral de una veterana Liliana Cavani; el redescubrimiento de Buenos días de Yasuhiro Ozu y esta de Chomet, sin duda lo mejor de 2003 en Sesión discontinua.

Esta entrada introduce prometedores cambios respecto a las anteriores: para empezar es más breve (comenzaba a no obsesionarme con analizar todos los detalles del filme y limitarme a un repaso general que sirviera de iniciación, no de autopsia) y dejaba fluir --yo diría que por primera vez-- esa poética histórica bordwelliana a la que luego he tendido conscientemente, tal como lo demuestra el último párrafo.



Opción estética o improvisada decisión (Bienvenidos a Belleville) 
Publicada el 15/09/2003 (ver texto original)

Puede que lo que más llame la atención de Bienvenidos a Belleville (2003) no sea el clásico argumento de que es una película que --finalmente y como pocas-- emplea los dibujos animados para dirigirse al público adulto, sino que no tiene diálogo. No es una película muda, porque hay gemidos, interjecciones, murmullos y alguna que otra palabra suelta; la única banda hablada y medianamente comprensible es la de la televisión en diferentes momentos de la narración. Y probablemente sea de ahí, en una meditada opción estética o en una improvisada decisión, donde tenga su origen el primer encanto de la película, encanto que se convierte en auténtico interés gracias a la audacia del trazo y a la increíble historia, contada con meritorio pulso.

No recuerdo quién escribió una vez que en el cine somos capaces de seguir --y hasta de entusiasmarnos diría yo-- auténticas tonterías que puestas por escrito nos resultarían insufribles, inverosímiles o imposibles. La trama de Bienvenidos a Belleville no es que sea estúpida ni nada por el estilo, pero es descabellada, y aunque pueda entrar dentro de lo factible escapa a todo análisis o valoración: una anciana cruza el océano en una patín de playa para rescatar a su nieto (al que ha criado en ausencia de sus padres) tras ser secuestrado para oscuros fines por una banda de mafiosos durante la celebración del Tour de Francia, una prueba para cual abuela y nieto se habían preparado durante años con esmero y dedicación plenas. Una vez en Belleville (la ciudad imaginaria adonde su nieto es enviado) la abuela es ayudada por tres viejas glorias del cabaret tan excéntricas como divertidas. Por este lado no hay nada más que decir: es una historia que contiene las suficientes dosis de fantasía e intriga como para que pueda ser seguida con interés creciente.



Después está la dirección de animación y el diseño gráfico, de las que se ocupa también Chomet además de la dirección, y que me parecen sencillamente espectaculares: desde la casa de la abuela, con su torre ligeramente desplazada de su eje para dejar paso al puente del ferrocarril y por cuya ventana --a ras de vía-- el perro del protagonista se encarga de ladrar a todos los trenes que pasan con pasmosa puntualidad, hasta el barco en el que el nieto ciclista es llevado a Belleville, pasando por las rampas casi verticales de su ciudad natal (por las que el protagonista entrena con su bicicleta), el ingenio mecánico-cinematográfico que permite entrecruzar apuestas a la mafia en ausencia de tecnología virtual (y de gallos de pelea), la ciudad de Belleville --inspirada quizá en la ciudad aérea del planeta Mongo de Flash Gordon, o al menos eso me evoca a mí-- con sus increíbles y abigarrados rascacielos, o el aspecto seriado, cómico y aladrillado de los esbirros mafiosos, de cuyas garras la abuela y las trillizas tratan de rescatar al nieto.

No soy un experto en cómic ni estoy al día de las técnicas y estilos que resultan desfasados o innovadores en Bienvenidos a Belleville respecto a otras producciones semejantes, pero desde el punto de vista de un novato he de decir que me ha encantado especialmente el cuidado del detalle, no sólo para hacer más intensa la narración sino para ofrecer la imagen de un universo fundamentalmente basado en la realidad pero que, exagerado y deformado hasta el infinito o el absurdo en algunos de sus aspectos, es capaz de resultar atractivo y conmovedor: la bicicleta en la fotografía de sus ausentes padres, probablemente la causa de la fijación del protagonista por este vehículo, o el ingenioso sistema de control de peso ideado por la abuela; aunque yo destacaría sobre todo los desopilantes menús de las trillizas, confeccionados exclusivamente a base de ranas.

Y para terminar regreso al principio: a pesar de todos estos elementos, lo más importante me parece que sigue siendo la capacidad de Chomet (que es también el guionista) para levantar toda la historia sin recurrir en absoluto a los diálogos. Existe una cierta literatura que apuesta por la descripción de forma casi exclusiva o unilateral, que siempre me ha parecido un recurso explotado hasta el límite debido al convencimiento del autor --y compartido por mí en todo caso-- de que la transcripción de diálogos en estilo directo anula todo el encanto en determinadas historias. Con la imagen cinematográfica sucede algo parecido: de vez en cuando hay cineastas que se topan de pronto con un material cuya fuerza radica precisamente en que no oímos hablar a los actores, en que el proceso de deducción de la trama llevado a cabo por el espectador es la clave para no hacer de la narración algo convencional o ridículo; como si la tozuda descripción de lo que hacen y piensan los personajes fuera la mejor estrategia para garantizar la abstracción o la ambigüedad de la historia (aparentemente, los valores supremos de todo guión cinematográfico que se precie). Otras veces esta ausencia de la palabra es un recurso sistemático que distingue a un cineasta, y aquí es donde se me antoja que Chomet se ha inspirado directamente en Jacques Tati y su personalísimo y afásico estilo narrativo --especialmente el de Playtime (1968) y Tráfico (1970)-- para componer una obra que pretende ser por lo menos igual de inclasificable o basar en ello la mayor parte de su encanto.




http://sesiondiscontinua.blogspot.com.es/2013/03/archivo-sd-1-bienvenidos-belleville.html

domingo, 10 de marzo de 2013

Fábulas radicales (Catalunya über alles!)

«Un nacionalismo de izquierdas es una amalgama muy difícil de llevar a la práctica», y Catalunya über alles! (2011) de Ramon Térmens ilustra indirectamente las mismas contradicciones que señalaba en una entrevista hace años el antropólogo Julio Caro Baroja. Además del retroceso y la desestabilización ideológica que supuso la caída del Muro en 1989, el nacionalismo de izquierdas no ha conseguido alcanzar mayorías sociales y electorales que lo conviertan en una alternativa política plausible y estable. Y ahí sigue, basculando entre la utopía y la obsesión por la coherencia ético-ideológica y la necesidad, nunca reconocida abiertamente ante sus votantes, de pactar y ser pragmáticos con los mismos políticos e ideologías que combaten y desprecian.

Y eso es exactamente lo que le sucede a la película de Térmens respecto a la realidad que analiza y critica: el nacionalismo de izquierdas posee una vasta experiencia en detectar injusticias, presentarlas argumentadamente y estructurar denuncias y protestas con repercusión social, el problema es que se muestra incapaz de traspasar el techo de cristal de sus audiencias previamente convencidas. En este caso se trata de un fenómeno imposible de obviar en Occidente, al que desde luego Catalunya no es ajena: el auge de la xenofobia racista y los réditos electorales que explotan determinados políticos oportunistas, nostálgicos de la sociedad polarizada entre ricos y pobres (sumisa, jerarquizada, manipulable, sin margen para el debate, la crítica y la obligación de rendir cuentas) de hace medio siglo.

Y no porque Catalunya über alles! resulte excesivamente moral, posea un argumento demasiado genérico o conceptual o se apoye en una narrativa vanguardista y experimental; al contrario, apunta directamente a instituciones y grupos fácilmente reconocibles: por un lado el partido Plataforma per Catalunya, que se ha hecho fuerte en las comarcas de la Catalunya central (con un alto índice de población inmigrante), azuzando con irresponsabilidad una hostilidad hacia los extranjeros que, si bien obtiene resultados a corto plazo, a la larga está provocando que el populismo racista se enquiste más allá de la actual generación en el poder. En segundo lugar, los empresarios y los arribistas que utilizan la mano de obra extranjera para provocar una devaluación interna en el mercado laboral (el palabro es pura jerga fetichista neocon) que tire hacia abajo de los derechos sociales y de los salarios, estableciendo una dinámica inversamente proporcional entre competencia por un puesto de trabajo, disposición a aceptar abusos y miedo a perderlo y las posibilidades de exigencia de mejores condiciones laborales. Por último, los propios trabajadores, atrapados en el dilema entre supervivencia y dignidad, resuelto casi siempre por la vía más previsible (y conveniente para quien lo provoca): la culpabilización/persecución del recién llegado. No será fácil volar los puentes entre estos tres factores letales.

Catalunya über alles! se divide en tres historias que ilustran tres aspectos del problema: la primera (quizá demasiado tangencialmente, ya que el protagonista es un violador que acaba de cumplir su condena y regresa a su pueblo) acerca de la eficacia del racismo como estrategia de las clases trabajadoras autóctonas en la obtención de ventajas materiales frente a la competencia inmigrante. La segunda, las radicales desigualdades económicas, de oportunidades y de ingresos entre inmigrantes y autóctonos, interesadamente simplificadas a través de los problemas de convivencia debido a culturas y estilos de vida (falsamente) antagónicos; cuando en realidad se trata de una confrontación laboral provocada desde fuera (aprovechando el statu quo) en un mercado sesgado, injusto y despiadado. La tercera ahonda en este último aspecto, apuntando directamente a empresarios, políticos de segunda fila y a la doble moral que rige la vida social y familiar de la clase biempensante. La película no deja títere con cabeza.



Todo ello narrado desde un explícito punto de vista crítico, sin necesidad de que los diálogos lo enfaticen a base de declaraciones pomposas o momentos dramática y artificialmente intensificados. Térmens deja que las situaciones y los hechos hablen por sí mismos, permitiendo que el espectador deduzca sin dificultad las conclusiones ideológicas de aquello que se denuncia. Es un estilo característico de determinada izquierda crítica contemporánea: renunciar a las alegorías y a los dramas maniqueos porque se consideran propagandísticos, éticamente trasnochados o demasiado próximos a corrientes cinematográficas setenteras, hoy unánimemente consideradas como obsoletas.

Resulta sencillo denunciar cinematográficamente una situación de injusticia flagrante, en la que cualquier espectador se decantará de forma inmediata y automática hacia un posicionamiento ético maniqueo y sin matices. En el caso de Catalunya über alles!, hay que añadir una capa más de significación que reduce al alcance del filme y limita la onda expansiva de su crítica, ya sea porque la localiza en extremo (al ámbito catalán) o porque parte de su potencial audiencia (el público español) la ningunea precisamente por el nacionalismo de izquierdas de carácter independentista que late tras ella. Por eso, para no dejar este aspecto al margen, la segunda historia se centra en el tema de la identidad catalana, que unos inmigrantes aprovechan y cuestionan con ingenio (de cara a la competencia autóctona), con la excusa de montar una empresa. Se trata de una estrategia legítima --ahondar en tópicos gastronómicos, costumbristas y folclóricos hasta deformarlos o ridiculizarlos, incluso vaciarlos de contenido-- de la cual el mercado ha abusado hasta la saciedad, pero que no se admite cuando lo aprovechan recién llegados o colectivos "no autorizados" por el grupo de poder dominante. Ahí se concentra la mayor carga crítica de todo el filme, la que resulta más escandalosa para los que no comparten su ideología: la manera en que el empresariado autóctono retuerce los mismos argumentos identitarios de los que se beneficia para aplastar una iniciativa que amenaza su cuota de mercado. ¿No habíamos quedado en que el mercado era libre?

Catalunya über alles! dispara con puntería contra la clase conservadora catalana, que suele presumir de patriotismo y de paternalismo a partes iguales, pero tampoco deja pasar la oportunidad para sugerir que la identidad catalana debería ser un ámbito incuestionado al margen de toda polémica política y social. La izquierda independentista no está representada por ningún personaje en la película, ni aparece en el guión en ningún momento, de manera que queda fuera del problema y del alcance de la crítica general del filme. En esa deliberada ausencia, apenas reconocible en detalles de estilo o en matices argumentales, enfatizando las injusticias, defendiendo las bondades del multiculturalismo, retratando la entrañable vida familiar de los inmigrantes en contraste con la desestructuración sentimental de los ricos autóctonos... En esta impostura de estilo y de perspectiva es donde se materializa la tradicional dificultad del nacionalismo de izquierdas para dar con una praxis política creíble y plausible. La denuncia política, la crítica valiente, la banda sonora percutante --en ocasiones me recuerda mucho a Asfalto (2000) de Daniel Calparsoro--, la narrativa vigorosa... nada de esto es suficiente si el marco ideológico que pone en marcha la historia, por decreto, queda al margen de la situación de se denuncia o critica.




http://sesiondiscontinua.blogspot.com.es/2013/03/fabulas-radicales-catalunya-uber-alles.html