martes, 16 de julio de 2019

Futuros plausibles poco trabajados (High life)

En la filmografía de la veterana Claire Denis apenas destaco Una mujer en África (2009), y si tuviera que destacar otra cosa diría que la amistad/complicidad que la une a Juliette Binoche, cuya presencia en sus películas sin duda acrecienta el interés de ese público fiel a la actriz y a frecuentar todavía las salas de cine. Sin embargo, hay que decir que Denis tiene fama de cineasta seria, reflexiva, con tendencia --al menos en el filme que ahora me ocupa-- a construir argumentos que funcionen como advertencias alegóricas sobre nuestro futuro como especie, y que se concretan en escenas y situaciones imprevisibles con importante acumulación de significados, igual que las cebollas.

Firmemente anclada en el género de anticipación distópica, High life (2018) apenas puede exhibir como mérito principal a su dúo protagonista --la propia Binoche y Robert Pattinson, un gancho respectivo para ochenteros y millenials-- y el esbozo de idea que lo pone en marcha. El resto está sorprendentemente descuidado. Y sin embargo, la premisa que pone en marcha el argumento no está mal: en un futuro plausible los delincuentes y criminales condenados a muerte tienen la posibilidad de conmutar sus sentencias colaborando en una misión interestelar para investigar los efectos de los agujeros negros sobre nuestra biología. Para quienes ya no tienen nada que perder, esta oferta supone un resquicio de esperanza: aunque la misión esté abocada al fracaso les permite soñar con rehacer su vida en algún otro lugar del universo.



Es en el momento de guionizar y dramatizar la historia cuando se observan los defectos: el principal y más importante, la manera de ofrecer las claves del relato al espectador (desorden y descuido en la dosificación de la información, fragmentos inconexos que prescinden de un mínimo nexo entre causa y consecuencia... Da la sensación de que Denis lo fía todo a la información previa del programa de mano y los avances, porque desde luego ella se desentiende de todo lo que no sean las escenas clave). También está la escenificación del conflicto (guardianes y reclusos están mezclados y sin seguridad de por medio), las motivaciones de los protagonistas (confundiendo constantemente los previsibles deseos personales con los objetivos generales de la misión); incluso las escenas en gravedad cero --ya sé que no son fundamentales para la historia-- son francamente mejorables desde el punto de vista técnico. Y como el tema central no da para llenar la historia, se añaden tramas secundarias que no llevan a ninguna parte (la extraña inmersión en el agujero negro, por ejemplo). La directora parece tener en mente ciertos momentos y rasgos de estilo de ilustres predecesores --Solaris (1972), Ghost in the shell (1995) o Moon (2009)-- como si al usarlos como inspiración estuviera garantizado el resultado en su película.

High life encaja a la perfección en ese cine introspectivo que busca recrearse en unas pocas escenas perfectas, las que mejor plantean las paradojas y las inquietudes que desea compartir, las que probablemente estuvieron en la idea que dio origen al guión, permitiéndoles de paso juguetear un poco con los límites de la narración; y sí, lo consigue, pero a costa de desentenderse de todo lo demás. Se desentiende incluso del trabajo artístico y técnico imprescindible para justificar y arrastrar al espectador hasta ese supuesto centro de significación que tanto le preocupa transmitir. Y si además el género en el que se apoya todo esto es la ciencia ficción distópica los hilos rojos de la manipulación se descubren el doble de rápido que en el cine comercial, restando credibilidad a los posibles logros parciales. Lo lamento por Denis y sus protagonistas consagrados, pero High life es un filme fallido.


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