martes, 7 de julio de 2020

Sacar fuerzas del pasado (Habitación 212)

Inspirada muy libremente en un cuento de Henry James --El alquiler fantasma (1876), el cual se menciona de forma original y secundaria en una escena al inicio-- Habitación 212 (2019) de Christophe Honoré explota al máximo las posibilidades dramáticas y humorísticas de un enredo que especula con la posibilidad de conversar con seres de nuestro pasado, con los cuales repasamos errores y aciertos y, sobre todo, asegurarnos de que hicimos lo correcto en su momento, o la lucidez suficiente para provocar un cambio de rumbo que anule los efectos de una elección fallida, una cagada, un despiste, un temor... Desde luego que no es una idea, al contrario, pero el filme demuestra que hay un vasto territorio por explorar en forma de recursos y giros argumentales.

Hagamos un poco de recapitulación pedantilla y recordemos que Ingmar Bergman fue el primer cineasta contemporáneo que utilizó la técnica del flashback insertando en los sucesos del pasado al personaje que recuerda con su aspecto presente en Fresas salvajes (1957); pero como fue un filme minoritario, con escasa distribución y un toquecillo plúmbeo en el argumento, el descubrimiento pasó bastante desapercibido. No fue hasta que Annie Hall (1976) y su éxito planetario popularizaron un recurso que Woody Allen fusiló de Bergman añadiendo un toque de humor ácido y nostálgico. A partir de ahí se incorporó como opción narrativa que aproximaba el relato cinematográfico a la complejidad del literario. Todas las audiencias la llevan de serie, la consideran algo natural y la interpretan a la perfección. Desde entonces hemos visto como toda clase de personajes visitaban momentos del pasado, o los momentos del pasado les visitaban a ellos, respetando inexplicablemente esta regla no escrita de mantener el aspecto que de cada cual mantenemos en el recuerdo. Variaciones de estilo, de géneros y registros posibles, incluso matizando detalles como la corporeidad o un estatuto variable dentro de la narración.




La cosa es que este subterfugio está lo suficientemente bregado y maduro como para recrearse en él sin complejos, convirtiéndolo incluso en el centro mismo del drama o de la comedia. Y eso es exactamente lo que hace Habitación 212, proponiendo un cara a cara de Maria --la protagonista, interpretada por una Chiara Mastroianni que es prácticamente un perturbador morphing de su padre-- con un variopinto repertorio de personas de su promiscuo pasado en el espacio que da título a la película. Y es que Maria acaba de pelearse con su marido tras dos décadas de plácido matrimonio, que ha durado hasta que él descubre que ella le ha sido bastante infiel durante todo ese tiempo. Y aunque Maria nunca ha dejado de querer a su marido, el cabreo monumental de éste la obliga a echar una mirada por el retrovisor de su vida. Pero no es solamente que Maria se enfrente a esos fantasmas con elegancia y distancia, muy al estilo Henry James, sino que envía a algunos de ellos a visitar a su marido (que se ha quedado en casa digiriendo la revelación) para contrastar puntos de vista o conocer posibles motivos ocultos de algunas decisiones. A este planteamiento y a sus posibilidades dramáticas y humorísticas lo apuesta todo Honoré. El resultado es un filme superficial, divertido, delicadamente irónico que sobrevuela algunos tópicos del amor y el desamor y transpira un cierto espíritu indie que contrarresta cualquier tentación de trascendencia a los dilemas de sus personajes.

Con los mismos elementos con los que, hace algo más de cien años escritores como Henry James armaban un cuento de terror o, como mínimo, desestabilizador sicológicamente, hoy somos capaces levantar una comedia de exorciza terrores muy diferentes, los que producen nuestros pasados sentimentales. A Freud le habría encantado Habitación 212 por su capacidad para materializar en imágenes algunas de sus obsoletas teorías sobre la sexualidad y la psique humanas. A los que no somos tan retorcidos dependerá mucho del momento sentimental en el que nos pille y del grado de desapego hacia nuestros respectivos presentes y pasados en el momento de verla... En dos palabras: una incógnita.

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