miércoles, 3 de agosto de 2022

El amor en los tiempos de las opciones infinitas (París, distrito 13)

Jacques Audiard se atreve con toda clase de historias y géneros en sus películas, y aunque no siempre le salen redondas, su estilo vivo y dinámico hace que películas fallidas o raras --De óxido y hueso (2012), Los hermanos Sisters (2018)-- resulten al menos entretenidas y pasables; en cambio, cuando el guión es una buena base para el lucimiento formal --Un profeta (2009)--, casi siempre podemos hablar de una película que nos dejará un buen sabor de boca. Esta vez le ha tocado el turno a una historia de amor, a un rodaje en blanco y negro y a una localización muy concreta de París (el barrio de Les Olympiades, en el distrito 13 de París, que en los setenta del siglo pasado se llenó de refugiados asiáticos y cuyos nietos son hoy milenials franceses de segunda generación de pleno derecho).

Como suele suceder en los filmes de este director, el relato arranca situándote en medio de algo cuyas claves nos son deliberadamente escamoteadas, pero con el suficiente interés como para no darle importancia y engancharte a lo que está pasando (una tórrida e imprevista relación). Sin necesidad de desvelar los enigmas pendientes, un cambio brusco en los acontecimientos --que nos hacen creer que hemos acertado con el género en el que encasillar al filme-- nos lleva a pensar que la cosa va de episodios y vidas cruzadas. Pues no, llega un segundo giro y por fin comprendemos de qué va todo. Y entonces el relato gira casi en exclusiva alrededor de los motivos de los tres protagonistas (una mujer de origen chino, un doctorando que busca dinero y cree que es para terminar su tesis, una mujer que ha perdido el centro de gravedad de su vida), en los cortocircuitos que se producen entre los tres. ¿Un triángulo amoroso cortocircuitado por la pasión y las decepciones? Pues mire usted, no; o sí... Y entonces sí, todo encaja...


La cosa es que, viendo cómo en historias de amor y desamor intervienen --por decisión consciente de Audiard, sus guionistas y los tres relatos cortos de Adrian Tomine que adaptan-- tantos componentes adicionales/imprevistos/ajenos (trabajo, errores del pasado, deseos no satisfechos, redes sociales y tecnología interpuesta), uno siente la tentación de volver a cambiar la etiqueta del filme. Crees que todo consiste en otra crónica generacional que nos pone al día a quienes no pertenecemos al grupo de edad de los protagonistas. Y entonces, casi hacia el final, cuando ya estás a punto de terminar París, distrito 13 (2021), te planteas si todos esos intentos infructuosos de clasificación no serán en realidad marcas dejadas a propósito, rastros de géneros antiguos que ya no nos convencen, intentos de renovar un cliché --el del romance heterosexual-- que ya no es posible narrar como siempre, y hacen falta ingredientes nuevos, que despisten o descoloquen. Francamente, Audiard no tiene ningún problema en hacer bien la mayoría de todas estas cosas...

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