miércoles, 19 de octubre de 2022

Cartesiana, pulcra, directa, repulsiva... necesaria (La conferencia)

Matti Geschonneck es un veterano cineasta nacido en la extinta República Democrática Alemana con una dilatada carrera televisiva a sus espaldas y dos únicos largometrajes que han pasado rápidamente a estar disponibles en plataformas de streaming. Dos títulos totalmente volcados en el género histórico-político de su país: En tiempos de luz menguante (2017) --sobre los días previos a la caída del Muro de Berlín y las miserias de una ideología y un mundo agonizantes-- y La conferencia (2022), que se ha estrenado este año.

El 20 de enero de 1942, se reunieron en Berlín ministros y militares nazis para debatir (en realidad para que éstos últimos arrebataran a los primeros las competencias que tenían que ver con todas las cuestiones judías) los pormenores de la estrategia de la «Solución Final», que casi un año antes había ordenado Göring (sin concretar demasiado), y dos años después del fracaso de la Operación Madagascar ideada por Eichmann (presente en aquella reunión, ejerciendo de técnócrata sobre el terreno) que planeaba hacinar a todos los judíos europeos en esa isla del Índico.


La película se extiende prácticamente durante el mismo tiempo que dura la reunión y, aunque no está rodada en continuidad temporal, apenas hay saltos en los acontecimientos. El guión se las apaña para ir presentando a los diferentes asistentes con celeridad y para dosificar debidamente las revelaciones del argumento, evitando que el espectador se pierda y adquiera de paso algo de contexto sobre un acontecimiento que sin duda la mayoría de audiencias desconoce. En cuanto al estilo, para no caer en el aburrimiento ni en el cliché, el director va tanteando diversos efectos de montaje que puntúen dramáticamente los momentos culminantes. Todo ello con una pulcritud y una eficacia admirables, sin necesidad de ahondar en digresiones sentimentales ni licencias narrativas o argumentales. Todo lo que se muestra es plausible, podría haberse desarrollado tal como se narra, y el efecto de las escenas se logra gracias a esa mínima gradación de contenidos y a la contundencia de lo que delatan las palabras.

En definitiva, un filme muy bien realizado a partir de un suceso complicado de ficcionar y que, a la vez, resulta interesante, capaz de condensar en menos de dos horas la esencia de un régimen brutal que se quiso presentar a sí mismo como el guardián de la historia, y que creía actuar con la racionalidad de la filosofía (aria, por supuesto) y el sentido del beneficio y la productividad de las empresas capitalistas. Cuando en realidad no se trataba más que de justificar y ocultar burdamente una teoría política miserable al servicio del terror y la inhumanidad.

lunes, 3 de octubre de 2022

Reconvertir a los hombres inútiles y, además, become woke (Cinco lobitos)

Alauda Ruiz de Aúza debuta de forma muy prometedora en el largometraje con una película que se impone por su naturalidad y su sinceridad. Cinco lobitos (2022) es el resultado de una intensa experiencia de su guionista y directora (y también, casualmente, de su actriz protagonista (Laia Costa en otra gran interpretación, quien, a poco de comenzar el rodaje, había pasado por el mismo tránsito vital). Si de los hombres que debutan en la dirección --estoy pensado únicamente en las últimas décadas-- ya es posible destacar unos cuantos patrones estilísticos y temáticos (ajustes de cuentas con la infancia, cierta experimentación formal con géneros consolidados, minimalismo anecdótico); de las mujeres que inauguran su filmografía al menos detecto uno (el tiempo dejará ver otros, seguro): el relato de una experiencia muy cercana a su condición de mujeres, un posicionamiento (material y/o teórico) sobre el discurso feminista del momento. crónicas de sensibilidades en ambientes familiares y/o nuevas perspectivas para los roles sexuales (y cinematográficos)... Para luego, gracias al éxito y la veteranía, dar el salto a cualquier clase de ficción comercial, indie, experimental o autoral. En esa primera fase ya están perfectamente situadas la propia Ruiz de Aúza, Carla Simón o Leticia Dolera; en la segunda ya estuvieron o están Josefina Molina, Pilar Miró, Isabel Coixet o María Ripoll, en la misma vía de otras cineastas plenamente consolidadas como Kathryn Bigelow, Greta Gerwig o Chloé Zhao.

Hay un texto claro y directo en Cinco lobitos: el desbarajuste hormono-sentimental de las mujeres tras el parto, para el que nadie --ni siquiera sus madres-- les previnieron en alguna tarde de confesiones íntimas; pero también, y sobre todo, una crítica demoledora: la imposibilidad de la conciliación laboral para profesiones liberales (con bastantes dificultades en sectores con convenios más asentados y trabajos más estables). No es un problema de ingresos, mochilas familiares o de organizarse mal. Tampoco creo que los cuidados domésticos no estén mínima o suficientemente valorados en el capitalismo --este es, junto con otras muchas, el argumento de Ruiz de Aúza, que apuesta por mantener viva esa función familiar, garantizada, remunerada y reconocida legalmente--, ya que no creo que lo estén nunca, al tratarse de una decisión y un sacrificio intrínsecamente voluntarios. El auténtico problema, creo yo, es la deliberada ausencia (permitiendo indirectamente el trasvase de la actividad a la iniciativa privada) de inversión en servicios públicos que ofrezcan esos mismos cuidados, los mismos que las familias --tan ajustadas de miembros en estos tiempos de natalidad recesiva-- es imposible que provean. Al ignorar esta realidad, los gobiernos provocan que la maternidad, la crianza y los cuidados queden devaluados, invisibilizados, tensando al máximo las vidas de las personas, como le sucede a Amaia, la protagonista de la película.


Pero también en Cinco lobitos hay un subtexto, más sutil pero igualmente perceptible sin dificultad: los hombres se escaquean todo lo que pueden ante semejante aluvión de dedicación doméstica. Y además se resisten a hacer frente a esos cambios con empatía, sacrificio o sinceridad cuando toca hacer frente, al mismo tiempo, a la crianza de un bebé y los cuidados a una persona mayor. Es lo que les pasa a Koldo y Javi (padre y pareja respectivamente de Amaia), que además de todas esas carencias se revelan como unos inútiles para el management doméstico. Algunos se parapetan en sus derechos adquiridos por edad, otros en el trabajo, en la convicción nunca verbalizada de que los primeros y últimos meses de vida son cosa de las madres y de las hijas; la cosa es que esos hombres no preguntan, no organizan, no escuchan ni hacen frente a los imprevistos. En la película, es esa evidencia lo que convierte a Amaia y a su madre en personas woke: recuperando complicidades y costumbres familiares (como ir al mercado y petar la charleta con las parroquianas) y tomando el mando de la familia... Esa me parece sin duda la aportación más directa y crucial del filme, la que revela mejor que ninguna otra la inequívoca seña de identidad generacional con la que está escrita y rodada. Un hito más en la cadena de logros para las mujeres: derecho al voto, acceso al mercado de trabajo, al aborto, a puestos de responsabilidad, a una vida independiente...

Cinco lobitos cumple con creces dos importantes objetivos, uno cinematográfico y otro personal (como cabría esperar de todo debut prometedor): una nueva embestida, narrada en forma de crónica cercana y sencilla, contra el universo simbólico de privilegios y desigualdades del patriarcado familiar; y ese acostumbrado ajuste de cuentas con nuestra propia biografía que nos suele atrapar a medio camino de la existencia...