sábado, 19 de marzo de 2022

Rescatar al hombre que fuiste, o al que quisiste ser (Flee)

Nominada a 3 premios Oscar aparentemente incompatibles --película internacional, documental y película de animación-- Flee (2021), del danés Jonas Poher Rasmussen, es un filme que se resiste a ser clasificado bajo una única etiqueta (testimonio personal, hechos reales mínimamente ficcionados, denuncia política...). En lo formal, efectivamente cumple los requisitos que exigen los galardones a los que aspira, pero el que más pesa con diferencia es la animación. La parte en imagen real es testimonial, apenas unos fragmentos de archivo para dar visos de realidad a lo que sería una variación de la israelí Vals con Bashir (2008); en cuanto a película internacional, le basta con ser una producción danesa y optar al premio al mejor filme no estadounidense del año (el mérito consiste aquí en haber derrotado a otras candidatas y haber alcanzado la nominación final).

A estas alturas, ya sabemos que la animación para temas no infantiles supone una barrera para la empatía; no es tan eficaz en la transmisión de la intensidad emocional, ni tampoco para incomodar lo suficiente en el retrato directo y cercano de la violencia o la injusticia... Cuando todo eso nos lo cuentan mediante el relato de personas de carne y hueso, con nombres y apellidos, es mucho más devastador y duro. Aun así, Flee apuesta por mostrar con animación lo que, de haber sido un documental de testimonios reales al uso, no pasaría de ser una sucesión intercalada --más o menos afortunada-- de voces en off, imágenes de archivo, rodaje en los escenarios donde transcurrió la historia y testimonios de expertos, testigos, investigadores... En cambio, la animación posee indudables ventajas creativas y dramáticas: recrear el pasado, representar sueños, introducirse en la mente de los protagonistas, distorsionar los recuerdos, embellecerlos, recargarlos... lo que quieras. Hasta el último plano del filme no revela Rasmussen lo consciente que es de haber mezclado formatos aparentemente incompatibles, y lo usa para dejar caer una advertencia sobre todo lo que acabo de decir sobre la animación y el documental. Sólo que él lo hace con una economía narrativa magistral.


Flee cuenta la historia de Amin --un fugitivo forzoso del sanguinario régimen talibán que surgió en Afganistán tras la retirada soviética--, de su reivindicación como ser humano y de la recuperación de una vida que debió esperar años para florecer en libertad. Un nuevo y necesario recordatorio de las ingentes toneladas de sufrimiento íntimo y silencioso que hay detrás de cada refugiado; del altísimo precio que pagan para huir de regímenes violentos y totalitarios, para sobrevivir en países deshechos política y socialmente (la Rusia de los años noventa, aunque la de 2022 se acerca peligrosamente a aquélla), para rehacer los lazos familiares y, si es posible en medio de todo eso, crecer como persona y no dejar que todo ese dolor te afecte... Esta clase de confesiones surgen con dificultad, y sólo si al otro lado hay alguien dispuesto a arrancarlas, escucharlas, entenderlas. Y para eso se necesita afecto, sensibilidad, tacto, una persona que desee rescatar la parte completa de otro ser humano por generosidad, agradecimiento o amor. En eso, Flee no se distingue de otros filmes-testimonio en primera persona --Para Sama (2019)-- al límite de la supervivencia. Es un retrato sincero de ese fragmento de vida de una persona que habla para quien quiera escuchar y hacerse una idea de lo que no se permite explicar por miedo o negación. Si eso ya es difícil en la realidad, no digamos con la distancia que interpone la narración (cinematográfica en este caso). En Flee me parecen más reveladoras las partes del iceberg biográfico que permanecen ocultas tras el relato, lo que no se nombra, lo que queda apenas insinuado. Y como es habitual, estas películas exigen un importante esfuerzo a las audiencias, pero sigue mereciendo la pena...

Como decía Primo Levi, para poder dar testimonio, previamente es necesario haber sobrevivido. Al principio cuesta aceptar ese privilegio, porque hay que digerir el hecho de que ha sido por un mero azar que escapa a nuestro control. Y aun así, la responsabilidad de dar testimonio sigue ahí. A partir de ese momento, se abre un dilema igualmente complicado --como dejó escrito otro superviviente, Jorge Semprún-- entre la escritura o la vida. Flee es una nueva apuesta por el valor de verbalizar el horror, con la esperanza de que, al otro lado, haya una vida. Porque, ¿qué queda de la persona que quisimos ser? ¿cada cuánto la dejamos asomarse al mundo?

martes, 8 de marzo de 2022

Decidir, defraudar, contradecirse y, en medio de todo eso, la verdad (Un héroe)

No hace falta que Farhadi nos sorprenda con un nuevo esquema narrativo, porque el que viene usando con inteligentes variaciones ya encandila y triunfa; pero es que además no deja de sorprender con esa capacidad suya para reunir un ramillete de situaciones con la que armar un relato moral, percutante, incisivo y crítico sin necesidad mostrar y mostrarse impugnador. De nuevo Farhadi se saca de la manga una historia que --en clave interna-- pone frente al espejo a su país, a la sociedad y a la cultura religioso-institucional con la que funciona; pero también a cualquier público, sea cual sea su orgen, cultura, credo o grado de ateísmo. Para el resto del mundo que no sea Irán, los dilemas que plantea Un héroe (2021) son igualmente universales, válidos como ejemplo de conflicto y de dilema individual y social, y por eso es tan difícil sustraerse a sus guiones. Y es que el cine de Farhadi destaca por su capacidad de situar a los públicos atentos en disparaderos éticos, retándoles a trasplantar las posturas del argumento a sus propios contextos locales. Me refiero al debate eterno sobre los límites de las normas: cuándo es aceptable rebasarlas, cuándo y cuánto es necesario enfrentarse a ellas... Y Farhadi, en estos dramas contemporáneos, sabe cómo rebasar momentáneamente los límites, dejarnos experimentar ese vértigo que nos atrapa cuando todo se sale de madre, y devolvernos después a las seguridades de la legalidad, lo legítimo, lo familiar, lo decoroso...

Rahim Soltani cumple condena por una deuda que no pudo pagar a su avalista. Durante un permiso intenta saldarla presentándose ante los suyos, los funcionarios de prisiones y su denunciante como un honrado ciudadano que encuentra por casualidad unas monedas de oro y, en lugar de aprovecharlas en su propio beneficio, intenta localizar a su dueña; un auténtico Caballero sin espada (1939) en plena sociedad de las redes cínico-sociales. Pero lo cierto es que ha llovido bastante desde los tiempos de James Stewart, y los discursos morales requieren hoy algo menos de ingenuidad y bastante más de complejidad y matices. Por eso, con un estilo en ocasiones cercano a Héroe por accidente (1992), asistimos a la puesta en marcha de la maquinaria mediática de la solidaridad interesada, de la representación de la generosidad egoísta. La película despliega un enredo argumental con inevitables motivaciones y elementos locales, pero con dosis equivalentes de sufrimiento, tristeza y miseria humanos, capaz de calar y conmover en cualquier parte del mundo.


Un héroe opta por un acercamiento distinto al de Yalda, la noche del perdón (2019) en lo que se refiere esa idea de justicia como restauración o reequilibrio, muy diferente del enfoque occidentalizado del reality televisivo y al que no le importa exponer a personas vulnerables al juicio sumarísimo de una audiencia que busca antes que nada entretenimiento y emocionarse sin moverse del sofá. Por su parte, Farhadi, prefiere desarrollar una trama que se va complicando inesperadamente a partir de un suceso inicial algunos de cuyos detalles el director nos escamotea deliberadamente, lo que provoca el efecto esperado en la audiencia: tensión ante actitudes, diálogos y acontecimientos en los que hay algo que se nos escapa. Así, a ambos lados de la pantalla, nos encontramos sin comprender del todo qué es lo que sucede y por qué. Por el camino, unos y otras se retratan en sus virtudes y defectos. La idea fuerza que cala es la misma que ya veíamos en Nader y Simin, una separación (2011), El pasado (2013) o El viajante (2016): no podemos tener certezas acerca de las verdaderas intenciones de las personas, tan sólo momentos en los que las circunstancias se nos imponen y nos obligan a dar por bueno lo que en realidad no sabremos nunca. Y lo mismo se aplica a la hora de impartir justicia: sólo disponemos de criterios para calibrar su presencia, ausencia o grado de impureza.

Tras su periplo por Francia y España, Farhadi regresa a los ambientes de su Irán natal, a los entresijos de una sociedad que conoce a la perfección y de la que han salido sus mejores películas, como la ya lejana y anticipatoria Fireworks Wednesday (2006). Años después, Un héroe demuestra que su director no ha perdido el pulso creativo y que, a pesar de insistir una y otra vez en sus preferencias temáticas y de estilo --lo cual no es en absoluto un demérito. Woody Allen es otro ejemplo magistral--, sigue siendo capaz de ofrecernos guiones excelentemente rodados sin perder de vista la realidad, y mucho menos la humanidad.

viernes, 4 de marzo de 2022

La quiniela de los Oscar 2022 de Sesión discontinua

Dentro de 24 días se entregarán por 94ª vez los Oscar, así que aquí tienes la quiniela de Sesión discontinua para retar tus dotes de presciencia y conocimientos en sociología del cine estadounidense. No siempre ganan los mejores por méritos cinematográficos, sino que intervienen otros factores que calan con fuerza en una industria tan potente como impredecible en sus filias y fobias.

Este año destaco West Side story (2021) que, a pesar de sus siete nominaciones sería una de las firmes candidatas a triunfadora de la noche, si no fuera por ese aura de película viejuna que la envuelve, incapaz de levantar grandes pasiones excepto entre las generaciones que conocieron la versión de 1961. Las siete candidaturas son un reflejo de la calidad indiscutible de una producción cuidada, rodada con un elenco técnico impecable, pero que no consigue ensombrecer a su versión milenial: En un barrio de Nueva York (2021), que a pesar de no meterse en la final provocó más revuelo en el momento de su estreno. Le pasa un poco como a Dune (2022): a pesar de sus diez candidaturas tampoco resuena como el título del año, sino más bien a triunfadora indiscutible entre sus competidoras de género y en virguería digital.

Destaco también la danesa Flee (2021), que compite en tres premios a los que ningún filme ha optado antes: película de animación, película internacional y documental. El argumento y el tratamiento narrativo me llevan a pensar que al menos se lleva dos.

Ahí están también las cuatro categorías para la japonesa Drive my car (2021), que tampoco me parece un filme redondo, pero que aun así espero se lleve el gato al agua en guión adaptado.

El poder del perro (2021) se perfila como la favorita a los premios artísticos, y aunque tiene indiscutibles méritos, no lo es para mí por la parte cinematográfica. Eso sí, espero que el premio a mejor directora se lo lleve Jane Campion y así, por segundo año consecutivo --Chloé Zhao ganó en la pasada edición con Nomadland (2020)-- sería para una mujer.

Tras la apertura a títulos de todos los países para las categorías reservadas tradicionalmente para el cine estadounidense --consolidado gracias al triunfo avasallador de Parásitos (2019)-- asistimos ahora a un nuevo asalto al poder: el de las plataformas de streaming, demostrando una creatividad y un afán de experimentación envidiables, algo que ya no se encuentra tan a menudo en las producciones rodadas para el estreno en salas. Sin duda la migración de cineastas de primera fila hacia el primer bloque explica este giro que amenaza con provocar un nuevo vuelco copernicano...

De manera que ahí lo tienes, el formulario para votar todas las candidaturas y retratar también tus propias filias y fobias. Vota, juega, diviértete y vuelve a este sitio del cine para comprobar tus resultados.