jueves, 13 de julio de 2023

Todos quieren vivir en el mundo brillante e irreal de Wes Anderson (Asteroid City)

Wes Anderson inauguró su filmografía con la originalísima Bottle rocket (1996), interpretada por algunos de los actores que se convertirían en fetiche de sus siguientes películas, en la que destacaba una cuidada mezcla de humor sutil y surreal y un guión que no es que fuera de hierro forjado, pero que era suficientemente sólido como para soportar las escenas aparentemente deslavazadas y desopilantes que lo componían. Life aquatic (2004) culminaría esta primera etapa de exploración de las posibilidades del absurdo a todos los niveles (argumento, personajes, situaciones, diálogos) y reunió al primero de sus repartos repletos de primeras estrellas (y que, con los años, ha ido a más). Por otro lado, su siguiente largometraje --Viaje a Darjeeling (2007)-- me parece la mejor simbiosis entre relato y humor sutil y a la contra lograda por Anderson hasta ahora. Luego vinieron un par de experimentos con stop motion y, desde Moonrise kingdom (2012), estamos en una nueva etapa (en la que todavía estamos inmersos), en la que Anderson apuesta cada vez más por ciertos rasgos de estilo y recursos técnicos que se han convertido en las señas de identidad inconfundibles de su cine: encuadres simétricos, planos frontales que parecen recrear los tableaux vivants del cine mudo, movimientos de cámara laterales y perpendiculares hasta la exasperación, un gusto delicado y refinado por la estilización de todo lo que aparece en pantalla y que, con los años, está rozando la pura abstracción. No encuentro ningún demérito en esta deriva creativa y en la evolución de su estilo, pero debo decirlo de una vez: Wes Anderson hace tiempo que ha perdido de vista el relato.


Porque Asteorid City (2023) muestra principios de atrofia en cada uno de estos rasgos definitorios que han ido incorporándose a su filmografía. El primero y más importante, los decorados; hasta el punto de que la película no contiene un solo exterior natural, ya que toda la película ha sido rodada en un set en el que se combinan detalles de exquisito gusto con algunos añadidos digitales (y no para pasar desapercibidos, al contrario, con el objetivo de que se vean como efectos especiales vintage, homenaje a una época tecnológicamente superada; uno de los elementos que componen la nostalgia buscada de sus historias). Y es que el control de Anderson sobre la imagen y cualquier otro aspecto de la producción es absoluto. El segundo es la insistencia en un reparto coral (excepto Bill Murray, que se ha autoexpulsado de los rodajes debido a sus comportamientos inaceptables): no entiendo por qué Hollywood pierde el culo por aparecer en los filmes de Anderson (en los noventa la moda era salir en los de Woody Allen y luego la cosa fue exactamente al revés: huir de ellas como de la peste), el caso es que la reacción de la audiencia no falla: se pasa el cuarto de hora inicial completando la lista de apariciones estelares, un juego tan viejo como el star system.

Como es habitual, los momentos absurdos y el humor socarrón están potenciados al máximo: en los diálogos, en bastantes situaciones, en ciertos detalles en el segundo plano de la imagen (cuando lo hacía en sus primeros títulos era para introducir otros gags, mientras que ahora suelen ser referencias culturetas o comentarios y variaciones sobre obras de arte. Finalmente Anderson ha perdido el miedo a ser pedante). Y luego está el relato: localización única, evento tan verosímil como improbable, ambientación en los cada vez más mitificados años cincuenta del siglo XX y una galería de tipos extraños y ridículos que se entrecruzan sin apenas interactuar ni modificarse mutuamente. No existe linealidad ni acumulación, tan solo intervenciones que incrementan la sensación de lejanía de cualquier punto conocido en el cine de Anderson. Insisto: no es un demérito, simplemente una elección estética que a mí me da que está dando sus primeros síntomas de agotamiento por falta de algo que le sirva de contrapeso.

¿Que no es agotamiento? Bueno, pues entonces será aburrimiento...

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