Balance creativo del cine mundial: ¿qué fue de los «20 directores para el futuro»? (1)
11- Mitsuo Yanagimachi (Japón, 42 años): cineasta de breve filmografía y conocido en Occidente por Saraba itoshiki daichi [Adiós a la tierra] (1982) --participó en el Festival de Berlín-- e Himatsuri (1985) --que ganó en los de Locarno y Rotterdam-- pero que no ha acabado de individualizarse como cineasta-autor japonés. Su último filme hasta ahora es Kamyu nante shiranai [¿Quién es Camus en realidad?] (2005), ganador del Festival de Tokio ese mismo año. Mismo síndrome que Leos Carax.
12- David Lynch (EE UU, 38 años): auténtico especialista en abortar de forma consciente obras maestras. La admiración que despierta su cine acaso provenga por el lujo de echar a perder sus filmes de esta forma. Los dos títulos clave de su filmografía (y los que más fama le han proporcionado entre el público) son El hombre elefante (1980), la serie de TV Twin Peaks (1990-1991) y --quizá su obra menos personal y más convencional, sin dejar de ser una gran filme-- Una historia verdadera (1999), precisamente donde el absurdo y la quiebra de la lógica están más contenidas, casi ausentes. Terciopelo azul (1986) --un auténtico clásico moderno-- es sin duda la razón de su inclusión en la lista, aunque quizá por eso debería haber estado en una mejor posición. Sin embargo, a medida que su cine se fue autoencriptando, huyendo de cualquier posibilidad de comprensión narrativa al uso, su legión de seguidores incondicionales crecía de forma exponencial. Aun así, fue capaz de completar Mulholland drive (2001), ejemplo de su impecable narración amputada que no abandona del todo la lógica con un final que es un auténtico coitus interruptus para el disfrute del espectador. El rotundo fracaso de Inland empire (2006) --retirada prematura de salas incluida-- alimentó todavía más entre sus admiradores esa artificial leyenda negra de cineasta incomprendido y despreciado por una elite que no soporta su presunto cine revolucionario. Lenta inmersión en el malditismo proporcional a su opacidad narrativa.
13- Otar Iosseliani (URSS, 54 años): otro maduro cineasta soviético, conocido a partir de sus triunfos en Venecia con Los favoritos de la luna (1984), y poco después con Y la luz se hizo (1989). Adiós tierra firme (1999) ganó un premio del Cine Europeo, Lundi matin (2002) arrasó en la edición de Berlín de aquel año y Jardins en automne (2006) en el Festival de Mar del Plata. Mantiene su nivel gracias al prestigio que le otorgan los premios en los diversos festivales del circuito internacional, sin haber traspasado en ningún caso la frontera del público mayoritario. Cineasta para iniciados festivaleros de limitada aportación al cine mundial.
14- Martin Scorsese (EE UU, 44 años): en la actualidad es el director estadounidense vivo --juntamente con Woody Allen, aunque con un público muy distinto, y quizá también con Steven Spielberg-- más prestigioso de Hollywood. Sus primeros filmes --Taxi driver (1976), Toro salvaje (1980), ¡Jo, qué noche! (1985), El color del dinero (1986)-- son un referente para críticos, escritores cinematográficos y público de mediana edad, pero además sus obras más recientes tampoco dejan indiferentes a los jóvenes. Inauguró su etapa de madurez con Uno de los nuestros (1990), un filme que sacudió el cine de gangsters tal y como se concebía desde la trilogía de El padrino (1972, 1974, 1990) de Coppola. Desde entonces su filmografía abarca muchos registros, pero casi siempre centrados en sus dos temas favoritos: la mafia y la ciudad de Nueva York. Entre estos dos hitos fundamentales se distribuyen títulos como La edad de la inocencia (1993), Casino (1995), Gangs of New York (2002) o Infiltrados (2006), que le ha consagrado finalmente ante la industria. En la actualidad hace las películas que quiere y como quiere, sin interferencias de ninguna clase, puliendo y renovando las señas de identidad de su estilo cinematográfico: aceleración del ritmo narrativo, entrelazamiento cada vez más complejo de un mayor número de tramas, recurso al suspense, desorden temporal. Lo más probable es que su filmografía culmine en un auténtico Finnegans Wake cinematográfico, una pieza única mitad rareza y mitad casi obra maestra. Autor cinematográfico por excelencia; si se confeccionara de nuevo la lista estaría en uno de los tres primeros puestos.
15- Chantal Akerman (Bélgica, 38 años): única mujer de la lista, de filmografía abundante y altibajos creativos. Los encuentros de Anna (1978) la situó en el atlas del cine mundial; participó en el filme colectivo de homenaje a la Nouvelle Vague Paris vu par... vingt ans après (1984), dirigiendo el episodio "J'ai faim, J'ai froid", y desde entonces este tipo de colaboración en obras de autoría compartida se ha convertido en una constante en su actividad como directora: Seven Women, seven sins (1986) (episodio "Portrait d'une Paresseuse"), Contre l'oubli (1991) (episodio "Pour Febe Elisabeth Velazquez, El Salvador") y la más reciente O estado do mundo (2007) (episodio "Tombée de nuit sur Shanghai"). Sus temas recurrentes son los habituales de cualquier artista comprometido al estilo de mayo del 68 --sexo, política, identidad-- pero con el añadido de un punto de vista femenino lleno de humor triste. Representante del cine espeso y experimental que hacían las mujeres --Agnès Varda, Marguerite Duras-- por aquella época convulsa y politizada, a falta de oportunidades profesionales de rodar un cine netamente comercial. Prestigio minoritario entre expertos aún más minoritarios que los que admiran a Godard.
16- Jonathan Demme (EE UU, 38 años): empezó destacando gracias a Stop making sense (1984), un interesante documental sobre el grupo musical Talking Heads, para luego sorprender con un estilo controladamente transgresor en Algo salvaje (1986) y Casada con todos (1988), que le valieron la etiqueta de cineasta-cronista de los locuelos ochenta del siglo XX. Se hizo mayor con un thriller que supuso la mayor renovación en profundidad del género desde Psicosis (1962): El silencio de los corderos (1990). Su siguiente filme --Philadelphia (1993), la crónica lacrimógena de los adinerados enfermos de SIDA-- demostró que su estilo personal se diluía en los productos de género más convencionales de la industria. Su creatividad no se ha mantenido ni ha estado a la altura de las primeras expectativas.
17- Raúl Ruiz (Chile, 47 años): cineasta experimental exiliado en París por culpa de la dictadura de Pinochet, forjó su prestigio cinematográfico durante los ochenta. En los inicios de su filmografía destaca Tres tristes tigres (1968), para algunos la mejor película del cine chileno, así como numerosos cortometrajes y trabajos para televisión. Una vez en Francia consolida su producción dramática --Les trois couronnes du matelot (1983), Point de fuite (1984) o la adaptación de La vida es sueño Mémoire des apparences (1986). En los noventa su producción dramática alcanza finalmente circuitos más mayoritarios: Tres vidas y una sola muerte (1995), Genealogías de un crimen (1997), La comedia de la inocencia (2000), Klimt (2006) o "Le don", su aportación a Chacun son cinéma (2007). Su experimentación formal inicial desembocó al cabo de los años en filmes más comerciales que tratan de compatibilizar guiones más asequibles al público y actores famosos con los hallazgos de su etapa anterior, ciertamente con resultados desiguales. Mismo diagnóstico que Akerman.
18- Krzystof Kieslowski (Polonia, 47 años): este director marcó el paso del cine europeo durante los primeros noventa, gracias a su excelente serie televisiva sobre los diez mandamientos --Decálogo (1989-1990)--, algunos de cuyos episodios ("No amarás", "No matarás") saltaron a la gran pantalla debido a su calidad y originalidad argumental. Antes de eso y hasta su llegada a Francia, donde culminó su carrera, los méritos de su filmografía (que son los que le valieron entrar en la lista, no lo olvidemos) presentan los rasgos típicos de cualquier cineasta de Europa oriental anterior a la caída del Muro de Berlín: inicios documentales, temas sociales no directamente comprometedores para el poder político, tipologías humanas en las antípodas de las occidentales, incipiente experimentación narrativa, humor localista. Culminó su carrera (murió en 1996) con una curiosa trilogía sobre los colores de la bandera francesa --Azul (1993), Blanco (1993), Rojo (1994)--: iniciada al más puro estilo espeso, sin apenas resquicios para el espectador, cada una de las dos entregas siguientes mejora sensiblemente respecto a la anterior. En Blanco y Rojo los argumentos se llenan de personajes verosímiles, ironía sutil y, sobre todo, el retrato desencantado de un mundo que es como es gracias al egoísmo y las miserias humanas. El lugar que ocupa en la lista hace justicia a sus méritos cinematográficos.
19- Nanni Moretti (Italia, 35 años): paradigma de un cine fresco, sin complicaciones, acorde con su juventud en 1988. Su comedia La misa ha terminado (1985) le consagró en el Festival de Berlín y auguraba un futuro prometedor, de ahí su entrada en la lista; después rodó Caro diario (1993), una original reflexión --mediante una especie de ficción semidocumental-- acerca de determinadas perplejidades de la existencia. De pronto aquella frescura se convirtió en una apuesta arriesgada, en un filme realista y valiente, sin estridencias dramáticas, sobre las secuelas de la muerte de un hijo: La habitación del hijo (2001). Desde entonces su cine sobrevive gracias a un corto documental --The last customer (2003), ganador en Chicago--, las puyas a Berlusconi (una de sus obsesiones) --Il caimano (2006)-- y la dirección del episodio "Diaro di un Spettatore" en Chacun son cinéma (2007). Cineasta original sin suficiente filmografía para ver confirmadas sus posibilidades.
20- Eric Rohmer (Francia, 68 años): han pasado casi veinte años desde que se hizo la lista, en la que Rohmer entró gracias a su extraordinaria y personalísima filmografía. Quizá en último lugar porque --dada su edad-- su cine no parecía tener mucho futuro. Pero ahí está Rohmer, activo todavía a sus 87 años (superado únicamente por los 98 de Manoel de Oliveira). Rohmer agrupó la mayor parte de sus películas en grandes series temáticas: la primera los "Seis cuentos morales", compuesta por La boulangère de Monceau (1963), La carrière de Suzanne (1963), La coleccionista (1966), Mi noche con Maud (1968) --la primera que consiguió una cierta repercusión--, La rodilla de Clara (1970) y El amor después del mediodía (1972). Todas ellas fábulas dialogadas que reunían a personajes con puntos de vista enfrentados sobre temas tan poco habituales como la ética, la religión o la bondad, o gente enfrentada a dilemas nimios aunque subjetiva y vitalmente cruciales, y de los cuales solían salir modificados. Tras dos adaptaciones de clásicos de la literatura francesa --La marquesa de O (1976) y Perceval le Gallois (1978)-- le tocó el turno al ciclo de "Comedias y proverbios": La mujer del aviador (1980), Pauline en la playa (1982), Las noches de la luna llena (1984), El rayo verde (1986) y El amigo de mi amiga (1987), donde lo más destacado es el giro hacia una sutil y no siempre culminada comedia de enredo. "Cuentos de las cuatro estaciones" ha sido la última de sus series temáticas: Cuento de primavera (1989), Cuento de invierno (1991), Cuento de verano (1996) y Cuento de otoño (1998). Desde entonces, Rohmer se ha dedicado de lleno a lo que parece ser el cine que siempre quiso rodar: películas ambientadas en el pasado que toman como base sólidos textos clásicos (los cuales demuestra conocer a la perfección): La inglesa y el duque (2001), El romance de Astrea y Celadon (2007). Ha sabido mantener a su (escaso) público a lo largo de décadas. Todo un mérito.
2 comentarios:
Revisando estos nombres que acercas me surge un pensamiento y es el que los directores tienen una etapa de creatividad muy buena y luego decaen un poco. Saludos!
Está claro que hay etapas y etapas en la vida de cualquier artista, pero lo peor siempre es cuando la gente se fija en ti en el momento en que ya has escalado la cumbre, porque en tal caso lo único que puedes hacer es descender, nunca llegar a más, y a algunos de estos directores es lo que les ha ocurrido, siendo el mejor ejemplo, en mi opinión, el de Jonathan Demme. Este cineasta prometía, y mucho, y demostró con la estupenda 'The Silence of the Lambs' que tiene talento, pero desde entonces no lo ha vuelto a demostrar del mismo modo. Ha pasado de artista a artesano, lo cual es muy triste.
En cuanto a David Lynch, yo pienso que no ha bajado tanto el listón ('Mulholland Drive' es prueba de ello), sino que simplemente se ha decantado por hacer ese cine onírico que a él tanto le gusta abandonando otros mundos más accesibles como el de 'The Elephant Man', sabiendo ahora que tiene una sólida base de seguidores. Pero yo estoy convencido de que si quisiera hacer pelis sobre este mundo y no sobre el que hay en su cabeza, las haría con la misma genialidad.
Sobre Martin Scorsese creo que no es necesario decir nada, para mí sigue siendo uno de los grandes de toda la historia, y posiblemente el mejor director estadounidense actual.
Kieslowski era un genio único que nos dejó una obra de valor incalculable como 'Trois couleurs'. Ojalá hubiera vivido para regalarnos más obras maestras de personajes complejos y sentimientos soterrados.
También nos encontramos con otros directores muy estimables, como Rohmer, y con algunos bastante desaparecidos hoy en día, como Akerman. Qué le vamos a hacer. Muchos directores en los que hoy en día confiamos posiblemente en pocos años comiencen a desaparecer de las lista de promesas o a decepcionarnos.
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