domingo, 6 de diciembre de 2009

Paradojas de la vida y del amor (y del cine también) (1)

El otro día cayeron en mis manos unos materiales editados por el Ministerio de Igualdad sobre audiovisuales y sexismo relacionado con la violencia de género. En uno de ellos encontré una interesante «Lluvia de conceptos» en la que se exponían algunas verdades que, a pesar de estar tan interiorizadas en nuestra cultura, resulta sorprendente que nadie las haya expuesto con tanta rotundidad. Se describen actitudes y lugares tan, tan, comunes que todos --en algún momento de nuestras vidas-- nos hemos autoconvencido de que son verdades absolutas, cuando en realidad son simples supersticiones. Este chirimiri conceptual debería formar parte de la labor desmitificadora que los progenitores debemos a nuestros adolescentes como parte de su educación sentimental. Sé que parece un largo rodeo pero es necesario para llegar donde quiero; así que ten paciencia:

1. La espera del príncipe azul es un mito que alienta en las mujeres una actitud pasiva y la esperanza de un rescate completamente irreal. Hay quilómetros enteros de páginas dedicados a esta inmensa falacia sentimental. Y lo más grave: la programación infantil --especialmente Disney, cuyas princesas son un producto clave en su mercadotecnia-- entre los 6 y 10 años sigue anclada (aunque sea con ironía distante a veces) en esta leyenda urbana.

2. La extendida creencia de que sólo hay en el mundo una persona que encaja perfectamente contigo, a cuya búsqueda hay que dedicarse por entero sin perder la esperanza de dar con ella. Resulta curioso que, a pesar de que tanta gente la encuentra entre el grupo de amigos de la juventud, nadie se haya cuestionado su certeza; se sigue formulando como si esa búsqueda se hiciera en realidad sobre el total de la población del planeta. Pero ahí no acaba la cosa: si no la encuentras o la pierdes equivale a quedar incompleto de por vida porque no hay recambio posible. Aparte de la presión abrumadora que eso supone es intolerable que alguien se sienta incompleto por no tener pareja. Directamente relacionado con el mito de la media naranja está la estúpida creencia que afirma que la atracción sexual sólo se siente por esa única persona. El que piense que el deseo sexual está vinculado al amor o es fruto de una relación estable sí es un ser humano incompleto.

3. El erróneo convencimiento de que el objetivo vital de las mujeres es la búsqueda de la media naranja y su necesaria culminación en el matrimonio, que es, además, la experiencia más significativa en la vida de toda mujer. El cine sin duda ha contribuido a universalizar esta gravísima distorsión mental de nuestra cultura; tanto que incluso hay hombres que la comparten.

4. La creencia de que el enamoramiento (esos seis primeros meses de toda relación conocidos popularmente como «la fase sexo y hablar») es un sentimiento perpetuo cuando has encontrado a tu media naranja. El cine también ha abusado de esta mentira como criterio de sinceridad cuando se trata de decidir --hacia el final de la película-- si el otro o la otra eran o no «El Definitivo/La Definitiva». Resulta increíblemente absurdo que la apelación a una afectividad más allá de la racionalidad se considere la expresión más pura de los verdaderos sentimientos, algo así como si al dejar hablar al instinto tuviéramos garantizada la infalibilidad en dilemas amorosos.

5. La creencia de que los celos y el sufrimiento son, respectivamente, síntoma y prueba de un amor verdadero. En realidad los celos son una miserable estrategia de manipulación y de falsa sumisión, y el sufrimiento revestido de rito de paso hacia la felicidad una variante de esa idea de la existencia tan judeocristiana y tan caduca que equipara la vida con una carrera en la que hay que superar unas cuantas pruebas para merecer el premio final.

6. Creer, en definitiva, que nuestros sentimientos son absolutamente íntimos (instintivos y prerracionales), independientes de nuestra voluntad y conciencia, y que no están influidos por factores culturales, sexuales, sociales, económicos y/o de simple conveniencia. Esta es la auténtica piedra angular que sostiene el tinglado del amor romántico, de los géneros literario y cinematográfico a los que ha dado lugar y, desgraciadamente, la pauta social que rige la vida de una gran mayoría de seres humanos. No es necesario añadir nada más, todos conocemos casos de personas muy cercanas en las que hemos visto cumplirse esta decepción
.

Más de uno y de una dirán que exagero, que estas cosas son para la gente con escasa autoestima, y sin embargo, a pesar de que en su fuero interno opinan lo contrario, pocos se atreven a exponerlas sin concesiones al sentimentalismo. No lo hacen porque entonces nos llaman lunáticos, raros o resentidos (especialmente esto último) y nos sueltan eso de que cada cual cuenta la feria según le va... La del calentamiento global no es la única verdad incómoda, y preferimos aferrarnos a mentiras (aparentemente) inocuas a tener que escuchar certezas sin encanto. Y ahí es donde el cine acude al rescate en forma de argumentos, modelos y razones para no perder la esperanza ni desear abandonar del rebaño:

1. La imagen audiovisual (especialmente la televisiva) modela nuestra representación mental del mundo. Si a eso le añadimos que el 80% del aprendizaje durante la infancia es imitativo, nos encontramos con un poder audiovisual inmenso que es necesario administrar con cautela (cosa que nunca se ha hecho y es dudoso que se haga).

2. El cine --por necesidades de economía narrativa-- ofrece un modelo preconcebido del mundo que deja bastante que desear: androcéntrico en exceso, lleno de ficciones protagonizadas por hombres, y por mujeres cuyos personajes sólo cobran sentido en su relación con él. Pero también defensor a ultranza de la propiedad privada, del libre mercado y de las jerarquías de todo tipo (y no parece haber mucha gente interesada en denunciar los efectos colaterales que eso provoca)
.

Dado que el objetivo declarado del cine es obtener respuestas favorables del público, es lógico que prometa finales felices, amores románticos y que, ante la inseguridad generalizada de la población en estas cuestiones, recurra a la exaltación desmesurada de los sentimientos como garantía infalible para acertar siempre. Apelar a un supuesto dispositivo que funciona independientemente de nuestra voluntad es la mejor manera de demostrar que el amor es un sentimiento que no pasa (ni debería pasar, según ellos) por el cerebro.

Y ahora las paradojas y las perplejidades:

a) ¿Cómo es posible que haya tantas personas que opten por renunciar a la voluntad y la decisión consciente en estos temas? ¿Realmente somos tan idiotas o nos han/hemos vuelto así?

b) La enorme dependencia de los relatos cinematográficos --especialmente los de mayor aceptación entre públicos mayoritarios-- de conceptos e ideologías, no ya políticamente incorrectas o potencialmente peligrosas, sino absurdas, pasadas de moda, gazmoñas y rancias del romance. No me sorprende la amplitud de efectos secundarios que observamos a nuestro alrededor.

c) Pere Gimferrer tenía razón cuando escribió que el cine permanece anclado en Charles Dickens, mientras que la literatura ya ha superado a Proust, Joyce, Houellebecq, Nothomb o Fernández Mallo. Un desfase de decenios que permite que en pantalla aceptemos auténticas chorradas que, puestas por escrito, nos resultarían inaceptables.

d) Las escasísimas posibilidades de cualquier ficción cinematográfica de soportar un análisis sociológico medianamente riguroso
.

(continuará)


http://sesiondiscontinua.blogspot.com/2009/12/paradojas-de-la-vida-y-del-amor-y-del.html

4 comentarios:

(!) hombre perplejo dijo...

Me resulta muy interesante esta serie y espero con expectación su progreso.

Varias cositas: a veces nos dejamos llevar por lo obvio y confundimos Cine con cine norteamericano. Por supuesto que al ser el de mayor consumo fagocita casi todo lo demás, pero si hablamos de la influencia del Cine y también consideramos el que procede de otras culturas e industrias quizás el efecto no sea tan brutal.

Otra de las "mentiras" con las que inexplicablemente el cine y la TV -USA y también hispanos- siguen jugando es que la posibilidad de conquistar/recuperar a la chica/el chico concluye cuando éste/ésta se casa con otro/a. En una sociedad donde el divorcio es tan frecuente como cambiar de coche o de compañía aseguradora, sorprende la efectividad de este (engañoso) recurso narrativo tan obsoleto y en el que se fundan tantísimos clímax. Ahí "El graduado" se adelantó a su tiempo, ¿no?

Perplejos Saludos !)

Sesión discontinua dijo...

Hola perplejo: efectivamente, muchas cositas a comentar....

1. "El graduado", más que arremeter contra el romance estereotipado del género, criticaba una sociedad patriarcal y ultraconservadora en declive. En cualquier caso SI se adelantó a su tiempo.

2. Está claro que el cine USA no es todo el cine, pero los géneros están compuestos casi unánimemente por cine USA, y su estilo narrativo se ha contagiado al resto. El efecto que esta distorsión provoca es que el cine USA es el objetivo a imitar (para auparse a su éxito) o a criticar (para distanciarse).

3. Lo que me parece más paradójico es que, aplicado a nosotros mismos, a nuestra vida sentimental, ninguno nos atreveríamos a desmentir en su totalidad todas estas "mentiras" porque, en el fondo, un poco de pánico si que nos da aparecer como completamente desprovistos de sentimentalismo. Algo de romance si que deseamos para nuestras relaciones de pareja, ¿o no?

En la próxima entrega me ocuparé de las distorsiones sexistas del cine romántico de género (es decir, el más comercial y/o parecido al cine USA) a nives películas y personajes. No pretendo universalizar, sino hablar de tendencias mayoritarias.....

Nos leemos!!!!!!!

babel dijo...

Sabrás (o al menos intuyes) que estoy más que de acuerdo con lo que expones ¿para cuando la continuación?...

Quedo a la espera y mientras tanto pues desearte feliz navidad y eso.

Saludos,)

Sesión discontinua dijo...

babel: la continuación es para hoy mismo!!!!

Feliz Navidad y mejor 2010!!!!!