
Todo esto viene a cuento de una película que es apenas un apéndice de la inmensa maquinaria de mercadotecnia en que se ha convertido Hannah Montana. Las adolescentes de medio mundo aspiran a imitar un modelo de éxito social y mediático que mantiene intactas las relaciones familiares, el trato con las amigas del colegio y, por si fuera poco, permite llevar una vida "normal". Aviso de nuevo: no es mi intención desmontarlo --cualquier modelo debe ser inalcanzable por definición--, sino extraer determinadas perplejidades, fruto de su perfección y eficacia.
El argumento de la película estira hasta las dos horas el mismo esquema que los episodios de la serie de televisión: un problema inicial que Hannah complica por querer actuar de acuerdo con una ética superficial, falsa y consumista, resuelto con una "sincera" catarsis ante su audiencia de rendidos fans, defendiendo la familia, la honestidad y la autenticidad, y abjurando de la sociedad de consumo. En otras palabras: lo contrario de lo que predica durante 23 horas y 50 minutos Disney Channel. De hecho, lo contrario de lo que predica durante 23 horas y 50 minutos cualquier canal de televisión infantil/juvenil. Hannah Montana (2006-2009), como toda serie dirigida a este segmento de la audiencia, vende austeridad para desenvolverse en un mundo en el que, curiosamente, triunfan quienes hacen caso omiso de estos consejos. O por decirlo de una forma cruda y políticamente incorrecta: lo importante es el interior, no el aspecto externo, por eso todos los protagonistas de series juveniles están tan delgados y son tan guapos. Sería mucho más coherente ahorrarse tanta pedagogía de tocador y apostar por una televisión hecha exclusivamente de "modélica gente guapa" y evitarnos la legión anual de anoréxicas decepcionadas (un buen nombre para un grupo punk, por cierto).
Billy Ray Cyrus --el papá de Hannah en la serie y también en la vida real-- es quien se lleva el gato al agua en este invento. Para empezar, ha demostrado tener una gran visión para los negocios: ha producido la película y ha jugado en casa, ambientando la acción en Tennessee y reivindicando el country, un estilo musical que refleja la América más profunda y auténtica (y con el que alcanzó una cierta fama durante los ochenta). Una atractiva coreografía en plan macarena en una de las canciones acaba de redondear un producto perfectamente exportable y popularizable.
A la salida del cine las mamás hacían fotos a sus niñas y a las amiguitas que las habían acompañado: lo importante no era la película, ni el hecho mismo de ir al cine, lo realmente importante es que --sea lo que sea-- lo han hecho juntas. Sus madres, como buenas profesionales, saben que eso es lo que hay que inmortalizar. No se trata de un tópico ni de una predicción apocalíptica: el futuro es mujer y, por obra y gracia de las técnicas de reproducción asistida y de estrenos como el de Hannah Montana. La película, como hombres estamos cada vez más fuera en la ecuación de la meiosis.
2 comentarios:
de verdad has ido al cine a ver ESTO?
malpartida: para fomentar la cinefilia es necesario adaptarse a los gustos de quienes pretendes educar, en este caso una niña de 10 años. ¿O Cómo le explicas que no debe ir a ver esa película que está desenado ver?
¿Acaso no tenemos todos algun que otro producto puramente comercial o coyuntural en nuestra infancia/juventud? ¿Acaso no hemos sido nunca fans de nada ni nadie que despues no ha avergonzado?
Nos leemos!!!!!
Publicar un comentario