martes, 26 de junio de 2007

La comedia social no reñida con el glamour (Un engaño de lujo)

Pierre Salvadori quería hacer una comedia fluida, al estilo del maestro Lubitsch, y no solamente lo ha logrado, sino que además lo ha hecho sin renunciar a un fondo de base realista, razón por la cual me explico que le pregunten a su director si es una película que aborda el tema de la lucha de clases. Una comedia glamorosa con toques sociales es tan contradictoria como un argumento épico tratado con ironía. Las dos cosas no pueden ser, pero que una se mantenga por debajo de la otra, sin llegar a convertirse en parte del estilo, sí que puede ser. Un engaño de lujo (2006) creo que lo logra.

Los principales aciertos de la película son: la elección de los dos protagonistas (el apocado Gad Elmaleh y la sensual Audrey Tautou), la reducida nómina de personajes (apenas cinco con entidad y diálogos), la selección de escenas definitorias de personajes y situaciones (la moneda de 1 euro de ida y vuelta, el recurso cómico-dramático de los balcones del hotel, los probadores de la tienda de ropa...) y la condensación de lo principal de la anécdota en un único escenario (Niza) y en unos pocos días. Porque, como toda buena comedia, Un engaño de lujo se mueve constantemente en el filo de lo divertido y lo ridículo irreal. Pero Salvadori sabe encontrar las grietas donde deslizar el humor y las situaciones cómicas, sin tener que ofrecer un retrato distorsionado de una gente definida por el exacto conocimiento del precio de todo y el valor de nada, el egoísmo asumido como ética de supervivencia, el machismo más trasnochado y, esto ya está del lado de espectadores como yo, la envidia por el tren de vida que exhiben sin preocupaciones.



Un engaño de lujo sabe convertir una anécdota mínima en un enredo atractivo: vodevilesca a veces, sincera de sentimientos y divertida de situaciones, por lo cual se ha convertido en el éxito de la temporada en la cartelera francesa. Aun así, hay un detalle al principio de la película que acabó por rendirme enteramente: los protagonistas (Jean e Irène) se conocen en el desierto bar de un hotel de lujo, donde Jean (sin desmentir la confusión de ella, que cree que es un adinerado cliente y no un camarero) le prepara un cóctel, cuyo proceso de elaboración es contemplado con fascinación por ella, que reconoce que le encanta ver trabajar a hombres que saben lo que están haciendo. Es curioso, pero estoy convencido de que ese es el principal encanto de todo hombre que sepa preparar cócteles, y además es un pensamiento que me he formulado casi con las mismas palabras que pronuncia Irène. Un argumento más que refuerza mi predilección por la coctelería, un arte que cultivo (con gran pericia por cierto) desde hace años.

4 comentarios:

BUDOKAN dijo...

Si tiene un mínimo del toque Lubistch en su estilo ya es digno de verse. Este tipo de comedias me gustan mucho y es bueno que la destaques porque ya casi no se hacen. Saludos!

Sesión discontinua dijo...

budokan: pues una buena idea sería comentar algún que otro clásico de Lubistch en tu blog, como por ejemplo esa gran desconocida que es El diablo dijo no....

Nos leemos!!!!

AiguaMel dijo...

A mi me encanto, suave y destiladamente con toques irónicos, descuartiza ciertas soledades viejas y con dinero, que se escudan en juventades sin él.

No había contemplado la gran belleza de "Desayuno con diamantes", y no sé porque al visionarla ayer, me recordo esta comedia de la que es objeto este post, tiene similitudes en su argumento, que no sé si son inspiraciones o tributos del gran clásico.

Un abrazo

Sesión discontinua dijo...

aiguamel: sin duda tributos y emanaciones creativas deudoras de, como bien dices, ese gran clásico que es Desayuno...

Pero lo que más me gustó es que la película de la Tautou no renuncia al realismo para colar sus ironías y sus situaciones cómicas. Siempre es posible reírse de todo y de todos, lo único inconveniente son los tiempos y las audiencias...

Nos leemos!!!!