El cine francés tiene una rara habilidad para hacer girar las comedias alrededor de reuniones gastronómicas: eventos familiares, encuentros, citas, barbacoas, pic-nic, aperitivos, comidas de vacaciones... películas en las que escenas clave se suceden alrededor de una mesa apetitosamente dispuesta, donde por descontado nunca falta el vino. Supongo que así es más fácil trabar los enfrentamientos y hacer que avance la historia, con los personajes uno frente a otro en una situación natural que se presta a ese propósito, y de paso --igual que las retransmisiones del Tour se las apañan para colar excelentes paisajes de Francia-- se exhiben como si nada algunos de sus productos más exportables. Barbacoa de amigos (2014) no escapa a este esquema y lo explota a conciencia; en cambio, el guión y los diálogos apenas pasan de arquetipos humanos, situaciones comunes y un humor basado en situaciones vistas demasiadas veces y resueltas sin demasiadas sorpresas: la crisis masculina de los 50, la catarsis provocada por la convivencia diaria de un grupo de amigos de muy largo recorrido, las disensiones de la pareja y sus infidelidades... Ahí está todo una vez más, pero de la mezcla no surge nada que llame la atención especialmente. Entretenimiento sin complicaciones, material para conversaciones posteriores que no darán mucho de sí.
Su director, Éric Lavaine, es un experto en este tipo de comedias superficiales: debutó en la dirección con un reverso prometedor de Poltergeist (1982) --Poltergay (2006)-- y a partir de ahí sus historias han tratado de sacar provecho a argumentos de género potencialmente cómicos (los cruceros, los buddy movies). Esta vez le ha tocado el turno a un tema recurrente de determinado cine con pretensiones de reflexión trascendente: los retos y cambios en un momento de la vida en que la estabilidad amenaza con mutar en aburrimiento. Barbacoa de amigos aprovecha el verano de un grupo de cincuentones que se enfrenta a muchos y simultáneos cambios para ridiculizar determinadas obsesiones, no ya del hombre maduro, sino del arquetipo cinematográfico a que ha dado lugar. Creo que la única manera de salir airoso de un reto así es desbordar la historia y los gags por el lado de la incorrección política y el exceso, dos recursos que el filme de Lavaine no da la sensación de intentar siquiera.
Y con poco más, Barbacoa de amigos trata de hacer pasar un buen rato, buscando el lado divertido que pueda haber en nuestras miserias domésticas, sueños truncados, deseos caducados y opiniones largamente silenciadas. Y así vamos pasando la vida, señor juez...
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