Sin duda, el principal mérito de esta película es haberse completado con tanta brillantez a partir de tan pocos medios: narrativos, técnicos y de equipo. En el primer bloque, destaco el formato de relato a través de pantallas --al estilo de Searching (2018), pero con un argumento diametralmente opuesto--, encajando todos los sucesos en una serie de videoconferencias entre dos únicos personajes (en la época del rodaje, medio mundo acabábamos de salir del confinamiento por la covid, así que sin duda ese encierro forzoso sirvió de inspiración). En cuanto a los medios técnicos (el segundo bloque), el filme tira de los justos y estrictamente necesarios: mínima dotación de cámaras, espacios domésticos que sirven únicamente como fondos de pantalla, un buen de montaje y una selección de sonidos de aplicaciones móviles de sobras conocidas para hacer olvidar que es una película, no un móvil en nuestras manos. Y por último, el tercer bloque, el equipo: la actriz principal --Natalie Morales, de origen cubano y nacida en Miami-- que además dirige, coescribe el guión y produce; el actor principal --Mark Duplass-- es el responsable de la otra mitad del guión (un poco como sucedió con Ethan Hawke y Julie Delpy en las dos últimas entregas de la trilogía Antes del... (1995, 2004, 2013) de Richard Linklater) y también de la producción. Un director de fotografía, una editora y un montón de colaboraciones desinteresadas. No puedo no volver a mencionarlo: esa combinación técnico-artística que hace del cine independiente y de debut estadounidense algo único en este planeta.
Una profesora de español para extranjeros que vive en Costa Rica es contratada por el miembro más alocado de una pareja gay de Miami como regalo inesperado. De manera que, ya en la primera escena, tenemos a los protagonistas en una escena autoexplicativa que nos dice de qué va la historia y cómo va a ser narrada. Por razones muy parecidas comprendemos de inmediato que la historia que cuenta Language lessons (2021) transitará obligatoriamente por un género trillado, así que no esperaremos sorpresas por ese lado. Una vez aceptado esto, es fácil dejarse llevar por la anécdota entre triste, divertida y alocada que intercala las lecciones y unas cuantas conversaciones asíncronas --inapropiadas, reveladoras, anticipatorias--, las mismas con las que parece que el planeta se siente tan a gusto últimamente.
Así que estamos ante un filme original, inteligente, sencillo, transparente que, sin duda, en el momento de su distribución, fue recibido como un producto de ficción resultado del parón mundial obligado y que algunos --como Morales-- superaron a base de imaginación. Language lessons insufla algo de optimismo al comprobar que, de aquellos días monótonos y extraños --sobre todo a medida que se alejan en el tiempo--, pudo surgir algo inteligente, divertido, nuevo y sensible. Para quienes la revisen con años de distancia, siempre quedará la originalidad formal para compensar esa significación coyuntural que se perdió por el camino...
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