Ahora que el renderizado por fotograma cuadrado ha bajado tanto de precio empieza a ser posible hacer experimentos. Me refiero a Happy feet: rompiendo el hielo (2006), que es un curioso experimento de géneros cinematográficos. Durante la primera media hora piensas que estás ante un Moulin Rouge pingüinil que detrás lleva una operación de marketing de bandas sonoras ochenteras (¡qué iniciativa tan original!): los niños disfrutando viendo los dibujos y los mayores revisando con nostalgia los éxitos de su juventud. El arranque del filme ciertamente descuadra, y más cuando se ve tanto descuido en contar la historia y se tira de tanto tópico a la hora de caracterizar a los protagonistas. Semejante pastiche quizá no extrañe tanto si digo que su director es el responsable de productos de géneros tan dispares como Las brujas de Eastwick (1987), la saga Mad Max (1979, 1981, 1985) o Babe, el cerdito en la ciudad (1998).
Pero después surge el mayor acierto del guión, quizá el que debería haber sostenido la película desde el primer minuto: desde el punto de vista animal, los seres humanos debemos ser algo así como alienígenas (o seres místicos, según sea el tipo de contacto). Realmente la abducción (palabreja que puso de moda la serie Expediente X) puede servir para caracterizar el contacto entre humanos y fieras (todos los elementos e imágenes que se suelen emplear en estas descripciones cuadran sorprendentemente bien), sobre todo si las segundas consiguen sobrevivir; aunque también podría explicar los cambios de clima, el agotamiento de recursos y la contaminación ambiental. Cuando Happy feet: rompiendo el hielo se desliza por esta vía argumental todo va mucho mejor. Los minutos fluyen, se disfruta con las escenas de acción, se asimila y se intuye sin dudas el mensaje ecológico de la película, claramente dirigido a los adultos y a los adolescentes.
En resumen: si quieres llevar al cine a tus sobrinos de menos de seis años la tarde del día de Navidad no les lleves a ver Happy feet: rompiendo el hielo porque van a salir defraudados, y hasta liados. En cambio, si tienes un sobrino o una sobrina en el umbral de la adolescencia que aún no se avergüence de ver películas de dibujos que no sean sagas fantásticas con continuación en la XBox o la Vii, pues entonces recomiéndales que se vayan a verla; siéntete rumboso y dales el dinero para la entrada y así los adultos podréis alargar un poco más la tertulia de sobremesa. Puede que cuando vuelvan os expliquen que han aprendido algo, aunque francamente yo lo dudo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario