Yuki & Nina (2009) se anuncia como la sensación de la temporada gracias a la simplicidad de su historia y la forma elegida para ponerla en imágenes. Desde Kramer contra Kramer (1979) hemos asistido a infinitas separaciones, divorcios y desencuentros de pareja con menores interpuestos, y en todos ellos se exhiben --con más o menos fortuna, con más o menos énfasis-- diversos grados de sentimentalismo y verosimilitud. Mi teoría de la intensidad explica que hoy día Kramer contra Kramer parezca un filme machista y un drama burdo, basto, sin apenas matices. Ahora, con cientos de horas de cine acumuladas en la retina, se lleva un enfoque más elaborado de la narración, hecho con una sencillez cuidadosamente diseñada que haga creer que nos hallamos ante un trozo de realidad sin domesticar. Yuki & Nina se anuncia como un hallazgo feliz en este sentido; pero en mi opinión hace falta algo más que largos planos y exposición de sentimientos a flor de piel.
No basta el relato de un rodaje sin apenas medios, ni un guión escrito a medias por correo electrónico entre París y Tokio, ni supuestos descubrimientos de actrices infantiles, ni el plus de creatividad que puedan aportar actores metidos a directores... En otras palabras, los típicos detalles a destacar en cualquier filme independiente hecho con el objetivo descaradamente declarado de poner el acento en el lado humano de las cosas. A mí, en cambio, Yuki & Nina me parece que no pasa de ser la típica película rodada durante un verano, montada sin apenas manipulación para preservar el valor que contienen sus escenas, a las que se añaden sin más unas gotas de fantasía, sentimiento y universo infantil. El filme acumula mucho material sensible pero está sin perfilar, sin pulir, sin modular, sin dosificar; los directores -Nobuhiro Suwa e Hippolyte Girardot-- se limitan a encadenar probables momentos intensos, pero sin construir previamente unos personajes ni presentarlos en escenas significativas. Entran al drama sin transición, exigiendo lo mismo del espectador, y eso se paga en forma de distanciamiento. Las supuestas virtudes de la sencillez, de la recreación documental de la ficción, de la cámara plantada frente a los acontecimientos, no bastan. Todo el conjunto parece más bien el cuaderno de notas de algo que parece el borrador de un guión que, en lugar de escribirse, ha sido filmado a medida que se concebía.
Sin una necesaria y renovada emoción, una historia mil veces vista es poco probable que conmueva. En Yuki & Nina asoman todas esas cosas que esperamos de un drama sensible y enternecedor, pero ninguna de ellas está lo suficientemente trabajada como para hacernos olvidar que estamos ante vidas ajenas convenientemente revestidas de narración.
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