viernes, 17 de junio de 2022

La crisis de la madurez masculina, otra vez (Sundown)

De Michel Franco, director de Nuevo orden (2020), llega ahora Sundown (2021), con Tim Roth y Charlotte Gainsbourg, una nueva incursión ficcionada de esa necesidad que, al parecer, tenemos los hombres maduros de abandonarnos, de limitarnos a satisfacer necesidades básicas y egoístas (dormir, beber, follar y no hacer nada durante el día), de obtener de las mujeres esa clase de relación a la que parece que muchos aspiraron toda la vida (mansplaining, tomar las cosas sin pedirlas, hacer lo que nos da la gana sin avisar ni explicar); en corto y claro: esa típica relación machista que tan cómoda resulta... a los machistas. Lo que no entenderé nunca es esa tendencia del cine --de la ficción occidental en general-- a revestir todo esto de un trascendentalismo filosófico, de una indulgente comprensión ante el agotamiento tras una vida ultraprofesional sin tiempo para uno mismo, de (re)descubrimiento de una personalidad y unos deseos olvidados/ignorados/perdidos por el camino. En realidad, Sundown y tantas otras narran ese inútil anhelo crepuscular de los hombres por volver a ser el centro del universo, de dimitir de las obligaciones y de entregarse a su propio placer. Vamos mal si todavía estas cosas se toman en serio...

Además, lo más curioso es que estas crisis siempre les sobrevienen a tipos pastosos a los que no les importa bajarse de pronto de su vida y comenzar a no hacer nada. Tampoco suele darse que esta gente opte por retirarse a la montaña, u ofrecerse a colaborar en una ONG, o dedicar más tiempo a su familia y amigos... No, lo habitual es que estos machos en declive se vayan a un destino playero repleto de toda clase de servicios de pago, que por encima de todo quieran que les dejen en paz, que nadie les hable ni les diga lo que tienen que hacer. Su única manera de pasar el tiempo es perderlo en silencio (algún ingenuo creerá que están reflexionando, pero no es así) y encapricharse con lo que sea que les entre por el ojo (casi siempre mujeres jóvenes, mira tú qué casualidad...).


La cosa es que Sundown tiene todo esto y por eso resulta floja; y aunque la historia tenga algunos aciertos parciales (el equívoco sobre su situación sentimental, la violencia completamente naturalizada en una sociedad que prefiere mirar a otro lado), no es suficiente para eclipsar tanto lugar común. Ni siquiera ha renunciado Franco al imprevisto mal físico que acelera la historia en el tercio final y que obliga a reaccionar al protagonista (más bien a huir de todo vínculo humano), como si eso equivaliera a una demostración de coherencia y valentía.

Al contrario que en Nuevo orden, en esta ocasión Franco ha tirado de tópicos sobre la masculinidad y la mitificación del guerrero que busca reposo. Por su parte, Tim Roth engrosa la lista de actores consagrados que buscan lucirse en interpretaciones sin apenas diálogos y componer personajes que creen complejos, signo de los tiempos, con algo que decir. Pues lo siento señores: no hay nada de eso; a poco que se analicen desde un punto de vista cotidiano, la conducta y los actos del protagonista se vienen abajo, resultan insustanciales, imposibles en otros contextos que no sean exactamente en el que se desarrolla el filme. Si hay que abordar la crisis del macho occidental, propongo darle la vuelta al calcetín: evidenciar todo aquello que permite precisamente que unos cuantos privilegiados puedan optar por ese tipo de trance afásico y egoísta; centrarse también en todo el entramado que les permite disfrutar como lo hacen de su subsistencia mínima y de sus orgasmos unilaterales. ¿Acaso no da para unas cuantas películas el punto de vista de esa gente que soporta por dinero e interés al típico estadounidense en plena crisis de patriarcalismo?

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