sábado, 2 de marzo de 2019

Asuntos de mujeres... de Estado (La favorita)

Yorgos Lanthimos sigue afianzando su fama de cineasta moderno con un punto de vista entre experimental y levemente underground, y a cada película que estrena le caen nuevos galardones, Hollywood cada vez le financia con más dinero y, por supuesto, la élite actoral se rinde al extraño encanto de sus guiones. Sin embargo, después de haber visto Canino (2009), Alps (2011) y Langosta (2015), todavía no acabo de encontrar un distintivo o un talento que avale tantos elogios. No son los guiones, puesto que son deliberadamente abiertos e indefinidos (cuando no inacabados); tampoco las apuestas fotográficas y formales que toca explorar en cada título (no me resultan determinantes para la narración ni para la historia). Lo único que destaco son ciertos toques de humor imprevisto y algunos momentos surreales que consiguen hacer más interesante un argumento que no se acaba de revelar en su totalidad ante el espectador. Lo que me da miedo es que esta capacidad de distanciamiento de Lanthimos a través del absurdo acabe atrofiada como la filmografía de Emir Kusturica.

Esta vez, con La favorita (2018) la peculiaridad consiste en un poderoso trío de mujeres protagonistas (modas/derivadas del #MeToo) en un género --el histórico-- en el que lo masculino es un inevitable centro de gravedad (ambientes, actitudes, personajes...). Así que Lanthimos ha hecho lo único que podía hacer para dar visibilidad femenina al filme, que es situar la trama central alrededor de las únicas mujeres de la Europa Moderna que podían eclipsar el poder de lo masculino: las reinas y sus camarillas (sirvientas, asesoras, amantes...). A partir de esta jugada maestra el filme adquiere un tono inédito en un género en el que solemos esperar otras cosas. La película arriesga al presentar el día a día regio con una cotidianidad y una miseria sin complejos, con un toque actual que es quizá lo mejor de la película. La favorita muestra un mundo en el que las mujeres se desenvuelven sin complejos en el mundo desigual que han levantado los hombres, la diferencia es que ellas aportan su propia versión del catálogo universal de desaires, enfados, celos, amores no correspondidos, inseguridades y proyectos frustrados propio de la especie humana. Un drama elemental y eficaz, con numerosos detalles que explican más de lo que muestran, manteniendo en todo momento un deliberado rumbo hacia ninguna parte. Porque al final me parece que el filme derrapa y se estrella: no es que la historia necesite un final obvio y cerrado, pero es como si de pronto su director hubiera renunciado a contar lo que pasa cuando uno de los lados de un triángulo amoroso/destructivo desaparece. Lo normal es que eso obligue a recomponer los equilibrios del amor y del odio. Pero no, en La favorita solo hay una conclusión confusa y desilusionante.



Es fácil --a veces inevitable-- detectar en la película rasgos técnicos y de estilo que en su momento caracterizaron a otros títulos famosos del mismo género, como si el objetivo formal de Lanthimos para este filme consistiera en integrarlos a todos en La favorita, beneficiarse de la potencia visual y estética de estos hallazgos y de los indudables beneficios de la intertextualidad cinematográfica. Así a bote pronto recuerdo haber pensado en Barry Lindon (1975) y su espectacular fotografía a la luz de las velas (un verdadero reto técnico en su momento); en Las amistades peligrosas (1988), por la obstinada y casi irreal crueldad con que se manejan las protagonistas por culpa del amor y los celos; en El contrato del dibujante (1982) por la minuciosa descripción de útiles cotidianos, comportamientos y la moderna visión de la intimidad sexual en una época marcada por el puritanismo y las apariencias. Incluso el uso frecuente de encuadres perpendiculares a la acción y el gran angular me recordaron al Wes Anderson más reciente. Una buena manera de aportar encanto a un argumento que amenaza con caer en la repetición y en constantes vueltas de tuerca a un misma situación.

La favorita no ha confirmado mi mala opinión de Lanthimos tras el fiasco de Langosta, al contrario, lo reivindica como cineasta técnico y con buenas ideas; sin embargo, creo que sus guiones siguen siendo el punto débil de sus películas. Evoluciona con interés, pero sin acabar de encontrar un estilo contundente, acorde con sus historias entre raras, distantes y alegóricas.


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