El cosmonauta (2013) es el original y esperanzador debut de Nicolás Alcalá en el largometraje. Financiada gracias a la aportación de más de cinco mil personas mediante micromecenazgo (todas ellas aparecen en los créditos más largos que yo recuerde), la película se distribuye ahora a través de internet: gratuitamente a cambio de una recomendación en una red social, o también en la modalidad de micropago a escoger. Pero no sólo eso, además del largometraje completo, la película también se puede disfrutar por escenas sueltas (un visionado pensado específicamente para dispositivos móviles y espectadores con problemas de tiempo y/o capacidad de contentración) con los que el espectador puede incluso optar por su propio desarrollo argumental, incluso por un final alternativo.
Desde luego, los jóvenes cineastas españoles recién salidos de las facultades se buscan --y muy bien-- la vida para irrumpir en un sector cada vez con más problemas, amenazado por la atrofia definitiva de sus canales tradicionales. El talento ya no fluye hacia arriba, está estancado, todo el caudal está en manos de consagrados en uno u otro momento, y no queda nada de espacio para los nuevos. Si acaso, como alternativa durante la espera del asalto definitivo, se pueden velar armas alimentando la insaciable parrilla de las televisiones temáticas o de pago, donde hay opción de colarse siempre y cuando se acepten los estrictos requisitos y líneas rojas de la comercialidad. En el caso del cine español, a diferencia del francés, la apuesta es claramente por los géneros comerciales con distribución planetaria (de ahí la omnipresencia del inglés), con tratamientos vistosos que atraigan al espectador medianamente interesado. El filme de Nicolás Alcalá, sin embargo, no busca una espectacularidad mayoritaria al estilo de Lo imposible (2012), pero si enganchar con una cuidada mezcla de fascinación visual, narración desordenada, un argumento y una localización cuanto menos curiosas.
El cosmonauta es una película de una gran intensidad fotográfica: no son sólo las imágenes de paisajes y de espacios abiertos, también la intimidad humana retratada con proximidad minuciosa, buscando los sentimientos que transpiran de unas interpretaciones casi documentales, escasas en diálogos, pero ricas en situaciones en las que el encuadre y el paisaje suplen la afasia. El tono narrativo, en cambio, recurre a la trascendencia de 2001: una odisea del espacio (1968), pero también a la desmitificación de Moon (2009) y el caos de Solaris (1972) (con la que inevitablemente posee numerosos puntos de contacto). En la práctica, ningún estilo se impone sobre los demás, ni siquiera parece un diseño formal presente en el guión técnico, más bien va surgiendo a medida que la historia se despliega ante el espectador; o puede que nuestro ojo esté demasiado alerta en películas de este estilo. En cualquier caso, la película parte de una anécdota mínima que al principio parece ciencia ficción desbordante para luego, a medida que se desvelan las claves, encajar todo de una manera mucho más terrenal sin necesidad de echar mano de datos nuevos ni desmontar el sentido o entrar en contradicción con lo visto hasta ese momento. Con todo, creo es la curiosidad por una historia ambientada en el lado soviético de la carrera espacial, en la opacidad doméstica de la antigua URSS, lo que atrae de entrada al espectador, aunque luego el argumento se las apañe para atraparle en un tipo de filme muy diferente.
No hace falta un final desarmante ni explosivo, basta con uno tangencialmente previsible pero coherente con todo lo visto, para que El cosmonauta pase con nota la primera impresión y esta crítica. Y es entonces, como sucede en este caso, cuando el contexto de producción queda eclipsado por la importancia de la anécdota narrada y los elementos técnicos adquieren una importancia que va más allá de su funcionalidad. La película de Diego Alcalá es un muy prometedor inicio, una alternativa a los esclerotizados canales de distribución del cine español y una confirmación más de los derroteros temáticos y estilísticos del joven cine español que aspira a hacerse un hueco en este panorama actual, marcado por la austeridad financiera y creativa.
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