sábado, 27 de diciembre de 2025

La vida debería estar hecha, casi exclusivamente, de cine (Jay Kelly)

Jay Kelly (2025) es un recapitulativo Baumbach sobre la crisis de la madurez de esos hombres que han vivido --gracias al dinero, la fortuna o el morro-- bajo un eterno principio del placer, atrincherados en su ego, dejando de lado cualquier otra obligación (amistades, relaciones, hijas...). Una historia que ya es casi un subgénero, porque la hemos visto unas cuantas veces en la pantalla con diferentes grados de cinismo, drama y/o humor corrosivo; y también --casi inesperadamente-- de nostalgia y de tristeza por los errores cometidos en el pasado. El problema es que su cine siempre ha mostrado una clara tendencia a lo analítico y la fría exposición de sentimientos (la única excepción hasta ahora ha sido Historia de un matrimonio (2019), en la que se nota que quiso romper con sus clichés de estilo y apostar por la pasión y la expresividad un tanto pasadas de vuelta), y aunque esta vez el tema requería un enfoque diferente (para distinguirse de títulos precedentes. para adaptarse la historia) la cosa es que ha optado por lo eficaz conocido.

Los referentes cinematográficos más evidentes de Jay Kelly son Fellini 8½ (1963) y Recuerdos de una estrella (1980), no sólo por la ambientación en el mundillo del cine, sino por las coincidencias en el tratamiento de bloqueo sentimental, la náusea existencial y en corrosivo efecto que provoca el contacto directo con los admiradores. También encontramos mucha variedad entre los filmes no ambientados en el gremio cinematográfico: Lost in translation (2003), La gran belleza (2013), Sundown (2021)… El caso es que Baumbach acierta con el tono y la selección de temas y escenas: conflicto de autenticidad por su carrera artística, distanciamiento buscado y nunca admitido con sus hijas, egoísmo incorregible con su equipo de asesores y asistentes, anhelo constante de admiración, pero no a la manera de siempre, sino de otra que se ve incapaz de concretar. Jay --impecable George Clooney-- es un actor que ha cimentado su carrera en su atractivo y una serie de películas elegidas por los beneficios que le aportaban a su personaje y a su bolsillo, no a su crecimiento profesional y personal. Hasta que de pronto, una escena anodina de una película aún más anodina, le arroja a un torbellino de situaciones contradictorias, absurdas, dolorosas y chuscas a partes iguales de las que, estamos convencidos, su protagonista y las audiencias extraeremos un significado trascendente y sanador.


Una historia así pide a gritos humor, diálogos chispeantes, pasar de la euforia a la bajona en segundos, incluso pequeñas dosis de nostalgia sin caer en lo empalagoso... Una combinación ciertamente difícil, y aunque Baumbach es un maestro para combinar el drama y la causticidad sin perder de vista la autenticidad, hay determinadas escenas e hitos en este tipo de relatos que exigen superficialidad y sentimentalismo, y es justo ahí donde se le ven las costuras al director y coguionista (junto con Emily Mortimer); da la sensación de que no ha acabado de encontrar la fórmula que combine todo eso con su mirada distante y su narración cartesiana. Aun así, demuestra que es perfectamente consciente del material que maneja: en la última frase de la última escena deja caer por fin su carga de profundidad, repleta de cinismo y lucidez. Lástima que el viaje no haya estado a la altura en intensidad y diversión...

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