jueves, 13 de agosto de 2020

El breve espacio en el que todo encaja (¡Que suene la música!)

Una conjunción demasiado forzada concurre en ¡Que suene la música! (2019) --título original Military wives-- de Peter Cattaneo: una serie televisiva previa --The choir: military wives (2011)-- que fue todo un éxito de audiencia (incluyendo la venta de la banda sonora con las canciones); un elenco de personajes que busca representar diferentes generaciones y orientaciones (que yo recuerde, un único plano da a entender que una de las esposas del coro es lesbiana, pero cuenta como corrección política); un guión sencillo, previsible y repleto de humor, drama y superación. Y, por si todo esto no fuera suficiente, asocia descaradamente su trama y su tono coral a otro título popular (testosterónico por excelencia, aunque de buen recuerdo entre las audiencias femeninas del momento) del mismo director --Full Monthy (1997)--, pero esta vez, como marcan los tiempos, destacando y valorizando las iniciativas de las mujeres en un ambiente masculino (el militar). Una receta con demasiados ingredientes transgénicos, conservantes y edulcorantes para dos simples y obvios objetivos: entretener y recaudar en estos tiempos pandémicos.

La cosa es que ¡Que suene la música! no hace un retrato irreal o sesgado del complicado entorno de las esposas de militares que ven partir a sus cónyuges a una misión peligrosa y pasan los días en la base, rodeadas de otras mujeres en la misma situación;lo que sí hace es pasar de puntillas por los momentos más duros, porque lo exige el género.;Por su parte, los dos personajes protagonistas (Kristin Scott Thomas y Sharon Horgan) son personajes fuertes, opuestos en carácter y estatus social, pero tienen en común el dolor y el miedo a la pérdida, y su relación y su interpretación sostienen todo lo demás. El público sabe perfectamente cómo funcionan estos filmes de buen rollo, qué reivindican, qué hitos las señalan y hacia dónde llevan su argumento; lo único que los puede diferenciar es la calidad de los gags y la contundencia de los personajes. Por desgracia, en ninguno de los dos ámbitos la película de Cattaneo sale muy bien parada, aunque logra disimular bastante bien sus carencias gracias a las canciones, en la que se incluye un buen puñado de éxitos ochenteros (como también al parecer marcan los tiempos).

 


En definitiva, una película para adentrarse en un ambiente tan real como escasamente conocido y cuyo tratamiento tolera con dificultad ironías, parodias o sarcasmos, y por eso ¡Que suene la música! apuesta fuerte por lo que queda: el humor amable, el drama pedagógico y la música.

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