sábado, 22 de noviembre de 2025

Recolocar las piezas para que no duelan tanto (Sorry, baby)

Eva Victor --actriz nacida en Francia que ha vivido prácticamente toda su vida en EE UU-- ha debutado como guionista y directora (tras una carrera como actriz centrada en la comedia stand up) con una historia que habla de las mujeres que siguen adelante con sus vidas tras sufrir una agresión sexual y renunciar a denunciarlo. O como ella misma explica en las entrevistas, "recolocar las piezas". Sorry, baby (2025) no busca una catarsis de los sentimientos que finalmente afloran, tampoco busca denunciar el completo patriarcal-universitario, ni siquiera empoderar a las víctimas. Porque, para empezar, la víctima, --Agnes, interpretada por la propia Victor-- ya es una mujer empoderada, y no deja de serlo en ningún momento de la película. Simplemente, trata de rehacerse tras vivir "algo malo" (así es como ella misma lo define en la película) y rehacer su vida interior sin dinamitar su mundo y sus relaciones. Un filme en las antípodas de un género que, por encima de todo, trata de poner en primerísimo plano valores con los que enfrentar el patriarcado y sus injusticias, pero pocas veces el proceso postraumático.

Para empezar, no es un drama, ni soterrado ni exagerado; es más bien un diario en el que el desorden temporal permite acercarse al centro del dolor sin perder de vista los demás personajes y situaciones. Incluso sin renunciar al humor o al sarcasmo para hablar de lo innombrable (la escena con el médico divierte sin perder un gramo de su carga crítica). Tampoco rehúye el tema de los traumas provocados, de la lenta recuperación del deseo, pero sin escenas exageradas o catarsis calculadamente dramatizadas. En realidad, Agnes va encontrando salidas con el paso de los días, en la gente que va conociendo, en su amiga más íntima; de forma incluso un poco demasiado afásica y despegada, es verdad... El filme poco más busca al margen de este propósito: recrear una historia con muchos elementos biográficos que seguramente a quien más ha servido es a la propia autora. A quién más ayudará, eso queda para el tiempo y el azar.


En definitiva, no estamos ante un guión al uso sobre superación personal, empoderamiento social, denuncia de una legislación y unas instituciones que no hacen nada por las mujeres que sufren acoso, maltrato o agresiones; tampoco sobre la obtención de justicia reparadora para una estudiante (y luego profesora en el mismo puesto que su agresor) en un ambiente altamente patriarcal. Sorry, baby es, por encima de todo, la crónica cinematográfica de una autosanación, de cuya utilidad limitada su directora es muy consciente. Su mayor acierto es su naturalidad, esa forma de encajar los hitos de su proceso interior en su día a día profesional, de amistades y semidesconocidos cercanos. Un distante aunque certero fragmento de vida de alguien que busca y encuentra, por el simple hecho de seguir con su vida; sin permitir que un incidente terriblemente doloroso se convierta en el centro de gravedad de su existencia, de permitir una imprevista oportunidad de reconciliación con este mundo imperfecto, especialmente con los hombres, en una escena final tierna, divertida y sí, esta vez sí, catártica.