La idea que pone en marcha Después de la boda (2006) es tan, tan buena que vale lo mismo para un drama que para una comedia. Susanne Bier y Anders Thomas Jensen (guionistas formados en los postulados de la escuela Dogma) han optado por el primero, aunque no en el registro al estilo de La fuerza del cariño (1983), sino algo más cercano a Celebración (1998), el sonado debut internacional de Thomas Vinterberg y también del movimiento Dogma; recurriendo a la distancia y a un cierto extrañamiento respecto de los sucesos y las personas. En pocas palabras: que el dolor no te lo lanzan directamente a la cara.
Después de la boda es una película post-Dogma: poco a poco (rápidamente algunos) sus practicantes se han dado cuenta de que limitar voluntariamente las posibilidades técnicas y argumentales de la narración es un freno a la creatividad. En la película de Bier se comprueba desde el principio, cuando recurre al montaje alternado para mostrar los contrastes entre Copenhague y Calcuta, las ciudades en las que transcurre la historia. Dogma exigía unidad de espacio y de tiempo, así que algo hemos ganado. En segundo lugar, Bier y Jensen plantean los momentos dramáticos al estilo (afortunado) de Isabel Coixet en Mi vida sin mí (2003), aunque introduciendo una ligera variación: igual que Coixet escamotean el diálogo inicial, en la que los personajes intercambian las informaciones cruciales de la historia, las cuales por cierto se dosifican muy bien a lo largo de la narración; la diferencia está en que el resto de la escena no se desarrolla con calma y espíritu zen, sino dejando que los actores y actrices carguen con todo el peso y demuestren su oficio. Eso y los primerísimos planos constantes hacen de Después de la boda una historia cercana e intensa sin caer en el sentimentalismo barato.
Hasta que se desvela la situación que desencadena toda la película (narrada de forma impecable, recurriendo tan sólo al cruce de miradas) el desarrollo es perfecto; la película se limita a mostrar estrictamente lo necesario, sin adornos ni virtuosismos. Se trata de entrar en materia cuanto antes. Luego Bier añade dos vueltas de tuerca para complicar la trama y permitir más matices a la situación, pero debo decir que uno de ellos realmente sobra, el otro se ve venir a medida que pasan los minutos, y como está tratado con delicadeza no suena tanto a tópico. Al final uno puede pensar que el drama lo inunda todo, pero cuando los personajes (y los actores) resultan tan cercanos estamos más dispuestos a dejarnos engañar por ciertos excesos. Aunque por encima de todo destaco el personaje de Jacob --interpretado magníficamente por Mads Mikkelsen, al que veíamos hace poco en Casino Royale (2006)--, porque los dilemas a los que debe enfrentarse son mucho más habituales de lo que pensamos. No tanto por las excepcionales circunstancias en las que Después de la boda los presenta, sino por las repercusiones que tienen en la vida de quien los sufre: en un momento u otro de nuestra existencia deberemos hacer elecciones fundamentales en las que se verán involucradas cosas como la integridad, la coherencia o la solidaridad. De eso va esta película, y por eso me ha gustado tanto.
En fin, me resulta complicado hablar de la forma sin recurrir al contenido, pero Después de la boda no sería nada si revelo los sucesos que puntúan la trama, así que lo mejor es ir a verla o pillarla en el videoclub porque merece la pena.
2 comentarios:
Parece que esta pertenece al tipo de films que uno va a ver sin esperar demasiado y se sorprende con algo más. La apunto para ver. Saludos!
budokan: la película alemana que gfanó el Oscar debe ser buenísima para haber superado a esta...
Nos leemos!!!
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